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Actualizado: 31 de mayo de 2025
El uno era el virtuoso Vicario de Aldea, de Enrique Zschokke , cuyo diario había leído siempre con lágrimas, porque el ilustre escritor suizo ha sabido depositar en él raudales de inmensa ternura y de dulcísima resignación. El otro era el P. Gabriel, de Eugenio Sue , que este fecundo novelista ha sabido hacer popular en el mundo entero con su famoso Judío Errante.
No ya sólo hasta al cuarto donde escribo, sino hasta a mi alcoba penetran, sin que nadie se atreva a oponerse, el señor vicario, el escribano, mi primo Currito, hijo de doña Casilda, y otros mil que me despiertan si estoy dormido y me llevan donde quieren. El casino no es aquí mera diversión nocturna sino de todas las horas del día.
69. Al dia siguiente, desde la aurora, los sacerdotes que no eran de casa, digeron misa hasta las 9, y mas adelante, estando siempre la iglesia llena de pueblo de todo género, de condicion y estado. Despues cantó la misa solemne el Dr. Leiva, párroco de la ciudad, la que mucho antes habia pedido por un singular beneficio recibido: lo que llevò pesadamente el Vicario. Un sugeto de nuestra Compañìa predicó, y muy bien. Estuvo desde ayer, y todo el tiempo de la misa, la im
Algunos preguntaron cómo había averiguado la maldad de estos libros el buen cura, no sabiendo francés e inglés, idiomas en que la mayoría estaban escritos; pero un vicario no necesita de eso para comprender la ponzoña que hay encerrada en el papel impreso. Beracochea tenía una porción de minas denunciadas; pero, a pesar de la decantada bondad del mineral, no pudo explotarlas ni venderlas.
Pero esos son unos salvajes replicó doña Celestina . No quiero que la Shele vaya allí. La tratarían muy mal. ¿Y Machín? preguntó el cura . ¿Machín el mozo? ¿El de mi caserío? Sí. Pero, ¿no es tonto ese muchacho? ¡Ah! ¡Claro! No vamos a encontrar un hombre perfecto como los de la Constitución del año doce. El señor vicario se permitía alguna bromita de cuando en cuando contra las ideas liberales.
Fulguraban sus ojos como dos puñales; relucían como dos soles. El vicario callaba y la miraba casi con terror. Ella recorrió la sala a grandes pasos. No parecía ya tímida gacela, sino iracunda leona.
Quiso el cielo que oyésemos los pasos y la tos del padre vicario que llegaba, y nos separamos al punto. Volviendo en mí, y reconcentrando todas las fuerzas de mi voluntad, pude entonces llenar con estas palabras, que pronuncié en voz baja e intensa, aquella terrible escena silenciosa: ¡El primero y el último!
Con esto aquella gente miserable En la iglesia se estaba; el adversario La cerca, ya es el caso irreparable: Entrando, matar quiere allí al vicario, Y á un fraile, caso horrendo y detestable, Que el templo profanando el temerario, Imágenes, reliquias de consuelo, Con irrision echaba por el suelo.
Ni siquiera tuve el consuelo de hablar con el padre vicario, cuya conversación me es tan grata, ni de encerrarme dentro de mí mismo y fantasear y soñar, ni de admirar a mis solas la belleza del terreno que recorríamos. Doña Casilda es de una locuacidad abominable, y tuvimos que oírla.
El vicario sintió la más tierna compasión; pero recobró su brío al ver que el enemigo se rendía. Pepita, niña dijo , vuelve en ti: no te atormentes de ese modo. Considera que él habrá luchado mucho para vencerse; que no te ha engañado; que te quiere con toda el alma, pero que Dios y su obligación están antes. Esta vida es muy breve y pronto se pasa.
Palabra del Dia
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