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Actualizado: 8 de octubre de 2025
Era una nota del celeste coro En los espacios del Señor perdida, Que al encontrar tu corazon sonoro Lo hizo vibrar, como á la urna de oro Por el acero herida. Era una gota de divina esencia Por un ángel en tu alma derramada, Emanacion de la alta providencia Que impregnando tu rígida conciencia Dejóla perfumada.
La gaita acentuaba sus notas agudas, chillonas, que hacían vibrar el aire a larga distancia, acompañada fiel y sordamente por el tambor. Las mozas exaltadas, sudorosas, con las mejillas encendidas y los cabellos revueltos, no cantaban ya, gritaban dando vueltas a la giraldilla, despidiéndose con rabia de aquel goce, que sólo de tarde en tarde se les ofrecía.
¡Son las águilas blancas! Son las águilas blancas y fuertes, cuyo vuelo se expande bajo el palio divino del cielo, y en el largo vibrar de sus alas rampantes se adivinan las notas que componen los himnos de gloria.
La había sentido vibrar entre sus brazos con el mismo estremecimiento de la sarracena y otras mujeres, cuando él las atraía para besarlas; y parecíale llevar aún en la mano el loco latir de aquel corazón bajo el duro azabache. En cambio, él también quedaba herido por Beatriz, y quizá para siempre.
Miro la onda agitada, Que corona leve espuma Y entre misteriosa bruma Melancólica gemir; Y en la playa solitaria Estenderse blandamente, Y bajo otra ola rugiente Desfallecida morir. Miro del árbol sombrío Como se ajita el ramaje, Mientras el verde follaje A compas se oye vibrar. Como si un aéreo coro En él tuviese su nido, Para recrear el oido Con misterioso cantar.
Todo le había sido fácil en los primeros tiempos. Recordaba a su madre, una señora pálida y cortés, de personalidad algo borrosa, que parecía encogerse como oprimida por la majestad del esposo. Su amor a Fernando, el hijo primogénito, era el único sentimiento vehemente que desdoblaba y hacía vibrar con energía su dulce pasividad.
Yo me dije: ¿qué hay que hacer con esta jaca?... Pablito, en cuyo pecho la joven había hecho vibrar la cuerda más sensible, disertó larga y luminosamente acerca de aquellos asuntos ecuestres. Nieves le escuchaba embelesada, enternecida, figurándose acaso que detrás de aquella descripción minuciosa de las zunas de la Linda iba a encontrar su amor perdido.
La marquesa de Sabadell, por su parte, encontróse al volver de misa con una carta, que hizo vibrar en un instante cuantas fibras sensibles existían en su corazón: por un momento creyó la infeliz mujer que iba a desmayarse.
El capitán bordelés, echando el cuerpo adelante, se apoyaba sobre su pie herido, sin sentir ningún dolor; el otro juraba entre dientes, haciendo vibrar su junco. El médico, por instinto profesional, se inclinó sobre su caja de operaciones puesta en el suelo. ¡Iba á matarlo! Los cuatro estaban convencidos de que iba á matarlo.
Los músicos se situaron en el coro, el obispo y el clero en el presbiterio. El prelado dijo una breve y sentida plática desde el púlpito. Tenía una hermosa voz de barítono que hizo vibrar las cuerdas más delicadas del corazón de todas las rosas místicas de la villa.
Palabra del Dia
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