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Ramiro se la ofreció buenamente. El hombre, después de haber desenvainado como un palmo de hoja, observó atentamente el recazo: No en vano agregó me había guiñado esta joya. He aquí la marca de mi padre, Hortuño de Aguirre, ¡que Dios haya! Desnudándola entonces del todo, asiola de la punta con la otra mano, y, arqueándola como un junco, dejola escapar en seguida con viveza.

Varios de estos perros malditos habían ido por leña a un bosque del contorno. Uno de ellos, al regresar, tuvo que descargar su vientre, y habiendo hecho una cruz de dos astillas de roble, la clavó bien derecha en la inmundicia, y dejola. Yo fui el primer cristiano, sin duda, que atinó a pasar por aquel sitio.

¡Tomá que mi agüelo! -respondió la aldeana-. ¡Amiguita soy yo de oír resquebrajos! Apártense y déjenmos ir, y agradecérselo hemos. Apartóse Sancho y dejóla ir, contentísimo de haber salido bien de su enredo. Apenas se vio libre la aldeana que había hecho la figura de Dulcinea, cuando, picando a su cananea con un aguijón que en un palo traía, dio a correr por el prado adelante.

Era una nota del celeste coro En los espacios del Señor perdida, Que al encontrar tu corazon sonoro Lo hizo vibrar, como á la urna de oro Por el acero herida. Era una gota de divina esencia Por un ángel en tu alma derramada, Emanacion de la alta providencia Que impregnando tu rígida conciencia Dejóla perfumada.

El contacto que Jacinta sintió en parte tan delicada de su epidermis, era el roce espeluznante del yeso, roce de superficie áspera y polvorosa. El estremecimiento que aquel contacto le produjo dejola por un rato atónita, después abrió los ojos, y se hizo cargo de que estaban allí sus hermanas; vio los cortinones pintados de la boca del teatro, la apretada concurrencia de los costados del paraíso.

Parecía que no encontraba persona en quien fijarlos. Al poco rato, Martita advirtió que tenía las manos frías y lo manifestó en voz alta, de un modo sencillo, sin comprender la infeliz lo que aquello significaba. Don Máximo volvió la cabeza para ocultar la emoción. El sacerdote dejola caer sobre el pecho.

Dejóla el alguacil en la cárcel y vino a casa, y halló en ella a todos mis compañeros y a con ellos. Traía media docena de corchetes, verdugos de a pie, y dio con todo el colegio buscón en la cárcel, adonde se vio en gran peligro la caballería. Libro Tercero: Capítulo IV: En que trata los sucesos de la cárcel, hasta salir la vieja azotada, los compañeros a la vergüenza y él en fiado.

Al llegar a cierto paraje en que la carretera se separa de la orilla del mar para internarse, dejola y tomó una veredita que conducía a éste. Llegó a las peñas altas y sombrías que lo circundan por aquel paraje. Puso a su hijo en el suelo y arrodillándose después, rezó entre sollozos comprimidos una oración que, por no ir dirigida en forma, no debió de escuchar el Altísimo.

-Ella tiene razón -dijo el hombre-, y yo me doy por rendido y sin fuerzas, y confieso que las mías no son bastantes para quitársela, y déjola. Entonces el gobernador dijo a la mujer: -Mostrad, honrada y valiente, esa bolsa.