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Actualizado: 21 de junio de 2025


Si llegásemos á entender, que en tierras muy distantes de las nuestras habia un Príncipe que tuviese virtudes muy superiores á las de otros, tesoros de inestimable valor comunicables á qualquiera que le buscase, y poseyese un Reyno felicísimo en todo para sus habitadores, nos vendrian deseos de vivir con él para ser poseedores de tantos bienes.

Porque el marido y la mujer no son herederos forzosos el uno del otro, y, como es natural, si nos muriésemos sin testamento, nuestros parientes vendrían a molestar al que quedase. Eso tiene fácil remedio. Con hacerlo se arregla.

Usaba don Pompeyo en casa bata de cuadros azules y blancos, en forma de tablero de damas. Acogió a los comisionados con la amabilidad que le distinguía y ocultando mal la sorpresa. «¿A qué vendrían aquellos señores? ¿Querrían darle alguna broma? No lo esperaba». De todos modos el ver allí al hijo del marqués de Vegallana le inundaba el alma de alegría, aunque él no quisiera reconocerlo.

Don Andrés y los amigos del casino le preguntaban cuándo sería la boda; su madre hablaba en presencia de los chicos de las grandes trasformaciones que se tendrían que hacer en la casa. Ella, con las criadas abajo, y todo el primer piso para el matrimonio, con habitaciones nuevas que habían de ser asombro de la ciudad, y para cuyo adorno vendrían los mejores decoradores de Valencia.

Era lo único que le hacía salir de la somnolencia y el entorpecimiento en que le sumía la inmovilidad de la espera. ¡Las once! ¿No vendrían ya? ¿Les habría tocado Dios en el corazón? Las ranas callaron repentinamente. Por la senda avanzaban dos cosas oscuras que a Sènto le parecieron dos perros enormes. Se irguieron: eran hombres que avanzaban encorvados, casi de rodillas.

La gente del pueblo es curiosa... Vendrían las hablillas... después el escándalo... Opino que deberíamos aguardar un rato a que concluyera de oscurecer, o mejor aún, que yo fuese por delante a tantear el asunto... ¡No! ¡no! exclamó la dama. No le prevenga usted. Se negaría a recibirme. Es necesario cogerle de improviso; aprovechar el primer movimiento de su corazón, que es generoso.

A aquel círculo iba Federico Ruiz siempre con prisa y con el tiempo tasado, porque a tal hora tenía que asistir a una junta para tratar de la erección del monumento a Jovellanos; después a otra para ocuparse del banquete que se había de dar a los pescadores de provincias que vendrían al Congreso de piscicultura.

Ese demonio de Cuadros te arrastra a la perdición.... No le defiendas, no intentes justificarte. Ahora te va muy bien para que pueda convencerte; pero al freír será el reír. Y el viejo le volvía la espalda, con la confianza de que los hechos vendrían en apoyo de sus pronósticos. Únicamente en su casa encontraba Juanito aplauso y consideración.

Seguramente vendrían para ella grandes apreturas, pues tenía que devolver pronto a la Pitusa sus joyas, allegar recursos para mantener a la señora y a su huésped, socorrer a Almudena, etc... Tantas obligaciones se había echado encima, que ya no sabía cómo atender a ellas.

Esa bandera es algo omnipotente que flota y obsesiona, y siempre vive. ¡Vivirá...! Si algún día de mis manos un golpe del azar la desprendiera, en pos de vendrían mis hermanos a tremolar de nuevo esa bandera. Fija en la brecha está. Ese es su puesto; allí la encontrarán otras edades; allí irán a besar su hierro enhiesto rayos de gloria o fieras tempestades.

Palabra del Dia

deshice

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