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Actualizado: 27 de septiembre de 2025
Saltó Lucía, recostándose en el ligero vehículo, y Artegui se acomodó a su lado, ordenando: Camino de Biarritz. Salió el carruaje veloz como un dardo, y Lucía cerró los ojos, gozando en no pensar, en sentir las rápidas caricias del viento, que echaba atrás las puntas de su corbata, los undívagos mechones de su cabellera. Pintoresco y ameno, el camino merecía, no obstante, una mirada.
Estos negros formaban grupos vociferantes en torno de un fardo ó una pieza que cuatro hombres hubiesen movido en tiempo ordinario, y el paso de una mujer ó de un vehículo les hacía descuidar el trabajo, volviendo sus caras de diablos con una curiosidad infantil.
Y amontonamos, como se pudo, los paquetes groseros de mi equipaje, los que, entre paréntesis, me tenían vejada con la triste figura que hacían en tan elegante vehículo. Apenas instalada en él, me dio mi tío una bolsa de golosinas para confortarme, y se sumió en la lectura de un nuevo diario. Esta manera de conducirse comenzó a fastidiarme.
Feijoo le habló dentro del coche con paternal cariño; pero ella no contestaba de una manera completamente acorde. De pronto le miró en la oscuridad del vehículo, diciéndole: «¿Y tú, quién eres?... ¿A dónde me llevas? ¿Por quién me has tomado? ¿No sabes que soy honrada?». ¡Ay, Dios mío! murmuró el buen D. Evaristo con hondísimo disgusto . Esa cabeza no está buena, ni medio buena...
El mestizo había estado adormecido hasta entonces, con el cigarro en la boca, sin enterarse de lo que acababa de ocurrir junto á su vehículo. Apenas salieron del pueblo, vió Elena á lo lejos el parque improvisado y la muchedumbre que rebullía en torno á él. Un jinete pasó al trote en dirección contraria, regresando del lugar de la fiesta, y se quitó el sombrero para saludarla.
Viendo a todo el mundo montar en los carruajes y partir, se me ocurrió que era necesario, a todo trance, buscar vehículo para trasladarme a Sevilla, porque pensar en que iba a hacer el viaje a pie a aquellas horas era un delirio. Miré con ansia a todas partes, a ver si tropezaba con alguno de los barbianes del cenador. No hallé ninguno. Se habían evaporado no sé por dónde.
Luego, me senté en el umbral de una puerta que quedaba al terminar los jardines de Lexham y esperé la llegada del vehículo, pues el vigilante había ido al camino Old Brompton en busca de un hanson. ¿Había sido atacado por algún maniático homicida que me había seguido todo el trayecto andado, o difícilmente había escapado de ser víctima de un infame asesinato?
Todos nos acercamos y reconocimos desde luego al paciente borriquito y el carro de dos ruedas, propiedad del socio de Tennessee y que éste empleaba para extraer las tierras de su placer. Unos metros más allá, el propietario del vehículo en persona, sentado bajo un buckeye , enjugaba el sudor de su rostro congestionado.
Por un lado parecen la matriz profunda de un mundo de seres vivientes, su suave y apacible cuna; por otra constituyen el centro y vehículo de las tempestades: los vientos, las trombas viajan á la superficie. Tanta dulzura, tanto furor, ¿acaso no es un contrasentido? No: esto prueba únicamente que el furor sólo turba la parte de afuera, las capas externas, poco profundas.
Dio un empujón al hermano. «Anda, zonzo; trépate en el automóvil al lado del chófer.» Y mientras el «zonzo» la obedecía, ella se sentó junto a su amante. Partió el vehículo a toda velocidad, sin que ninguno de ellos pudiese oír las recomendaciones que hacía la madre, incorporada en su asiento. Ojeda no sabía adónde ir, y consultó a Nélida. «A un sitio lindo», repitió ésta varias veces.
Palabra del Dia
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