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Actualizado: 24 de junio de 2025
Si hablas, dejo la casa, me marcho, huyo... Bueno, está bien, no diré nada. Adiós, Juan. Dentro de algunas horas estaré lejos; abracémonos, pues pasará mucho tiempo antes que nos veamos. Te deseo un feliz viaje, mi querido Jaime. Se unieron en estrecho abrazo.
Estás bien, ya estás fuera de peligro, y vivirás, pobre niño; pero ¿has perdido la razón, o Dios quiere que te veamos en tu ser natural, sano y cuerdo, tal y como estabas antes de que aquellos caribes...?
Sé que no es bien hecho, porque hay muchos pobres que se considerarían felices en poseerlo, ¿no es verdad, Máximo? Los hay ciertamente, mi querida niña. Pero ¿qué quieres que haga? Los pobres no entran aquí. Veamos, Elena, confíame ese pan y se lo daré en tu nombre al primer pobre que encuentre ¿quieres? ¿Cómo no he de querer, pues?
Veamos con algunos ejemplos lo que hay de reflejo en todas estas fuentes, cómo piensa el comun de los hombres, y hasta los mismos filósofos, cuando no piensan como filósofos sino como hombres.
» En absoluto: yo te respondo por ella. Pero y a mí ¿él me querría? » Te adorará, Magdalena: yo te lo aseguro. » Veamos. Llevemos esta ilusión al campo de la realidad; busquemos en torno nuestro. Dime si entre las personas que nos tratan hay alguna de quién tú sepas positivamente que reúne las circunstancias que cada cual exigimos. Yo...
Viéndola don Quijote, dijo: -Este caballero fue uno de los mejores andantes que tuvo la milicia divina: llamóse don San Jorge, y fue además defendedor de doncellas. Veamos esta otra.
A eso, a eso voy continuó el socio de Tennessee. No seré yo quien diga algo contra él. Veamos, pues, el caso. Figurarse que a Tennessee le hace falta dinero, que le hace mucha falta dinero, y no le gusta pedirlo a su viejo socio. Está bien, ¿pues qué es lo que hace Tennessee? Echa el anzuelo a un forastero y pesca al forastero.
Entretanto, no puedo decirte cuánto sufro, creo que no hay sobre la tierra una persona más desgraciada que yo. Ciertamente, hija mía, es difícil imaginarse una desgracia más grande que la tuya. Pero si he de decirte mi modo de pensar, tú te la has atraído en cierto modo, porque en esta querella tu boca ha pronunciado la primer ofensa. Veamos, ¿está en el locutorio tu Lucía?
Creo... vamos, no puedo asegurar que me es desconocida, señora mía. Antójaseme que la he visto. ¡Oh! bien decía yo que... Sr. de Cedrón, ¡qué alegría me da! Tenga usted calma. Veamos: ¿esa Benina es una mujer vestida de negro, así como de sesenta años, con una verruga en la frente?... La misma, la misma, Sr. D. Romualdo: muy modosita, algo vivaracha, a pesar de su edad.
Hagamos la prueba; veamos cómo hablaria un matemático que jamás hubiese pensado en metafísica.
Palabra del Dia
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