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Actualizado: 28 de junio de 2025


-No me puedo detener, señor -respondió el hombre-, porque las armas que veis que aquí llevo han de servir mañana; y así, me es forzoso el no detenerme, y a Dios. Pero si quisiéredes saber para qué las llevo, en la venta que está más arriba de la ermita pienso alojar esta noche; y si es que hacéis este mesmo camino, allí me hallaréis, donde os contaré maravillas. Y a Dios otra vez.

Absolutamente, si lo amo... ¡Ah! insistís... Porque es la verdadera cuestión. No hay otra... y a mi vez quiero ser razonable. Os concedo que esta cuestión no esté completamente resuelta, y que quizá he procedido con demasiada ligereza. Ya veis cómo soy razonable.

Lo que me trae aquí es vuestra carta, señor Juan; la carta en que decís a mi hermana que no podéis ir a comer con nosotros esta tarde, pues os veis obligado a partir. Esa carta desbarató todos mis proyectos. Yo pensaba, siempre con el permiso de mi hermana y mi cuñado, llevaros esta tarde, después de comer, al parque, señor Juan, y sentarme con vos en un banco.

Basta de locuras, don Juan dijo Dorotea ; os he llamado para cenar con vos antes de separarnos para siempre. ¡Separarnos! pero eso no puede ser. ¿No veis que estoy vestida de una manera particular? Eso es, Dorotea, que os habéis propuesto demostrarme que sois más blanca que las perlas, que vuestros ojos brillan más que los diamantes, que vuestra hermosura domina á todas las riquezas.

¿Pues qué mejor seguridad queréis? haced el negocio, y dejadme en paz á ; no quiero mezclarme en él, y siento mucho que me hayáis dicho tanto, porque cuando se trata de enredos lo mejor es no saberlos. Pero venid acá; ¿no veis que nosotros solos no podemos hacer ese negocio?

Estos montes que veis que están tan juntos, Son los que Acroceraunos son llamados, De infame nombre, como yo barrunto. Asieron de los remos los honrados, Los tiernos, los melifluos, los godescos; Y los de á cantimplora acostumbrados. Los frios los asieron y los frescos, Asieronlos tambien los calurosos, Y los de calzas largas y greguescos.

Y, diciendo esto, se la puso en las manos a Sancho, el cual, empinándola, puesta a la boca, estuvo mirando las estrellas un cuarto de hora, y, en acabando de beber, dejó caer la cabeza a un lado, y, dando un gran suspiro, dijo: ¡Oh hideputa bellaco, y cómo es católico! ¿Veis ahí -dijo el del Bosque, en oyendo el hideputa de Sancho-, cómo habéis alabado este vino llamándole hideputa?

¿Qué queréis, hijos míos? respondía él. He perdido el estómago. ¿Cómo no había de perderlo si esta mujer que aquí veis me ha estado envenenando más de tres semanas con una bebía compuesta? Decid que es mentira saltó María-Manuela.

Al ver a la santa parlamentando con ellos, salió de su tenducho y encarándose con la infantil cuadrilla, les dijo: «Ya veis, gateras, lo que vus dice la señorita. Que vus estéis quietos, que vus estéis callados, que si no, vus llevará a todos a la cárcel».

Detrás de los dos iba Don Bernardino. Esas noticias eran que vos, á consecuencia de la herida de don Rodrigo, estábais desesperada y no representábais. Ya veis que no. Ya lo veo. Y os anuncio que al salir os van á vitorear con frenesí. El público está enamorado de vos. Pues no se conoce, porque me paga poco. Eso consiste en que Gutiérrez es un judío. Tiene en vos una mina de oro.

Palabra del Dia

cabalgaría

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