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Actualizado: 21 de julio de 2025
Las ideas no entran en juego, sino solamente las personas, y en el terreno más mezquino: rencores, odios, rencillas, lucro miserable, vanidad microbiológica. Un combate naval en una charca.
La sinceridad y el ardor de la pasión que había inspirado a Pepita, su hermosura, la gracia juvenil de su cuerpo y la lozanía primaveral de su alma, se le presentaban en la imaginación y le hacían dichoso. Con cierta mortificación de la vanidad reflexionaba, no obstante, D. Luis en el cambio que en él se había obrado. ¿Qué pensaría el deán? ¿Qué espanto no sería el del obispo?
Tal vez la vanidad escogió, como medio de mortificarse, llevar á las pompas y ceremonias del Estado los adornos labrados por sus manos pecadoras.
La entrada de la familia le deslumbraba, sintiendo el infeliz una impresión de vanidad.
21 ¡Que el hombre trabaje con sabiduría, y con ciencia, y con rectitud, y que haya de dar su hacienda a hombre que nunca trabajó en ello! 22 Porque ¿qué tiene el hombre de todo su trabajo, y fatiga de su corazón, en que él trabajó debajo del sol? Esto también es vanidad. 25 Porque ¿quién comerá, y quién se cuidará, mejor que yo?
Casi puedo ser su madre; pero las mujeres de mi clase prolongamos nuestra juventud, la detenemos artificialmente, y nos desean á la edad en que las de abajo se entregan á la vejez... Además, comprendo la vanidad de su entusiasmo, esa vanidad que existe en todos nuestros sentimientos.
La vanidad sirviera justamente para reconocer cuán ajeno fué de tal escrito, si el estilo no lo dijera á primera vista. Se habla en este libro con extrema parquedad de Antonio Pérez, y él no sabía hacerlo, por mucho que se quisiera disfrazar.
Pareció bien esta idea: aprobóla la vieja; y sin decir palabra á Cunegunda, se puso en execucion mediante algun dinero: teniendo así la satisfaccion de jugar pieza á un jesuita, y escarmentar la vanidad de un baron aleman.
Este afán de separarse de la corriente, de romper toda regla, de desafiar murmuraciones y vencer imposibles y provocar escándalos, no era en ella alarde frío, pedantesca vanidad de mujer extraviada por lecturas disparatadas; era espontánea perversión del espíritu, prurito de enferma. Mucho perdió el primo Sebastián con aquella restauración de la iconoteca familiar.
Edificios inmensos y sombríos, que son como una ciudad bajo un mismo techo; escaleras de mármol, suntuosas en apariencia; colgaduras, lámparas, espejos, alfombras, camas monumentales; muebles brillantes y todo lo que puede fascinar y excitar la vanidad, he ahí lo que constituye un hotel inglés, servido por criados que parecen miembros de Parlamento.
Palabra del Dia
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