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Actualizado: 8 de junio de 2025


El truhán de Ruperto la posó en tierra sin hacer caso de sus gritos, pero sin violencia; al contrario, la besó riéndose y le dio dinero. Después montó de un salto, a mujeriegas, y me esperó. Yo me detuve y le esperé a mi vez. Dirigió su caballo hacia , pero lo detuvo a corta distancia y alzando la mano preguntó: ¿Qué ha hecho usted en el castillo? He matado a sus tres amigos respondí.

Yo cómo castigaros de manera que lo sintáis, ahora que vuestras fechorías os han privado de la protección de la iglesia. ¡Á ver! ¡Tres hermanos legos, Francisco, Atanasio y José, apoderaos del truhán, atadle los brazos y decid al hermano portero que le aplique unas cuantas docenas de azotes con un buen rebenque!

No me señaló plaza ni oficio, generalmente le servía, y generalmente me pagaba, porque o él me lo daba o en su presencia yo me lo tomaba en buen donaire; y, hablando claro, yo era su gracioso, aunque otros me llamaban truhán, chocarrero.

Muchas gracias; pero.... ¿Pero qué?... Que no le creo á usté, vamos; que usté es muy truhán ... y que no me fío de usté, en plata. ¡Hola!; ¿esas tenemos? ¿Y por qué me teme usted?... De fijo que no será por seductor. No por cierto. Es que entre usté y otros como usté, se cuenta lo que es y lo que no es. Me hace usted poco favor, Teresa. Lo siento, pero yo digo siempre la verdad.

No, no, Sancho amigo, huye, huye destos inconvinientes, que quien tropieza en hablador y en gracioso, al primer puntapié cae y da en truhán desgraciado. Enfrena la lengua, considera y rumia las palabras antes que te salgan de la boca, y advierte que hemos llegado a parte donde, con el favor de Dios y valor de mi brazo, hemos de salir mejorados en tercio y quinto en fama y en hacienda.

Una muchacha que estaba en la cocina, al oir la anécdota, se echó a reir con una risa aguda y comunicó su risa a todos. Rieron también de buena gana Martín y Bautista la manera de señalar del truhán, pero el campesino aseguró que él no tenía arte para estos cuentos. Le instaron para que siguiera y el hombre contó una nueva ocurrencia de Pernando.

El hecho del truhan Pajas narrado en la Crónica de San Fernando, así lo confirma. Además, en épocas de turbulencias, de inquietudes y de militares empresas, cuando no podían gozarse todavía las ventajas de la paz, no era posible pensar en la realización de obras públicas, que ni las costumbres exigían ni los ciudadanos particularmente demandaban.

¡Vaya unos camaradas! dijo el médico, no pudiendo reprimir un movimiento de cólera. ¿De manera, truhán, que llevo a cabo una cura maravillosa, que me llena de gloria y esparce por París mi bien ganada fama, y que acabará por abrirme las puertas del Instituto, y , en unión de unos cuantos borrachos de tu misma calaña, vais a hacer zozobrar la más divina de mi obras? ¡Si sólo se tratase de ti, grandísimo bellaco, te dejaríamos obrar como quisieses!

Cualquier cosa llegaba a ser graciosa en boca de aquel viejo truhán; cuando pasaba por delante de la taberna alguna chica bonita, Tellagorri lanzaba un ronquido tan socarrón que todo el mundo reía. Otro, haciendo lo mismo, hubiese parecido ordinario y grosero; él, no; Tellagorri tenía una elegancia y una delicadeza innata que le alejaban de la grosería.

Solo Juanito Pelaez soportó mal el golpe, teniendo que dejar para siempre las aulas por el almacen de su padre, que en adelante le asociaba á su comercio: el truhan encontraba la tienda menos divertida, pero sus amigos, al cabo de algun tiempo, le vieron otra vez con la redonda joroba, lo cual era síntoma de que renacía su buen humor.

Palabra del Dia

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