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Actualizado: 5 de julio de 2025
La tarde en que se enfada porque ella no le hace caso, la sigue de cerca en el paseo, entre varios amigos, soltando palabras groseras y carcajadas estúpidas, y llegando a veces a tirarle por las trenzas del pelo, hasta que con esta y otras sandeces consigue hacerla llorar. La conducta de Fulanita suele ser análoga.
Con decir que bajo los puños rizados de encaje, sobre las manos preciosas por sí mismas y riquísimas por sus sortijas, se veían dos pulseras asimismo de perlas y diamantes, y que también diamantes y perlas salpicaban las anchas trenzas negras de la Dorotea, está hecha la descripción de su atavío. Todo aquello, y otra infinidad de trajes y de alhajas, era regalo también del duque de Lerma.
Digo, volviendo al cuento, que infinita Gente vi discurrir por aquel llano, Con algazara placentera y grita: Con habito decente y cortesano Algunos, á quien dió la hipocresia Vestido pobre; pero limpio y sano. Otros de la color que tiene el dia Quando la luz primera se aparece Entre las trenzas de la aurora fria.
Todo perdido en sueños de agonía y en el delirio del dolor flotaba; todo en su corazon rugiente hervia, y Leila sólo á su afanar reia y con su dulce amor le consolaba. ¡Y ella tambien, el último tesoro, la flor preciada de esplendor naciente, ya en los ojos de luz acerbo el lloro, y los reflejos de sus trenzas de oro como nimbo fatal en su alba frente!
Estaba desatando los lazos de las trenzas... Quería ver otra vez tus cabellos sueltos. No hay espectáculo que me cause más placer. ¡Si es capricho, yo las desataré!... Aguarda dijo la niña, que estaba orgullosa, y con razón, de su pelo. ¡Oh, qué hermosura! ¡Esto es un prodigio de la naturaleza! exclamó Gonzalo, introduciendo en él sus dedos.
¡Si pudiéramos pasar sin esa carta! manifestó Gonzalo con humildad. Tú no puedes figurarte lo violento que es para mí... ¿No bastaría que dejase de venir unos cuantos días a esta casa? Sí, sí; vete... ¡y no vuelvas! respondió, dando un paso hacia la puerta. Pero el joven la retuvo por una de las trenzas de sus cabellos. Vamos, no te enfades, hermosa.
Su padre, radiante, se la presentó a la Marquesa de Oreve, que allí estaba y que la acogió con miradas, fijamente investigadoras y palabras de bienvenida un poco arrulladoras y afectadas. Me gustaría saber lo que ha pensado la muchacha de aquella cara redonda, coronada por un complicado edificio de trenzas y rizos y que se paseaba de un hombro a otro con lentitud presuntuosa.
Sentada sobre una estera, sobre una estera de palma, pálida como la muerte, como el dolor apenada, tendidas las blancas trenzas sobre la encorbada espalda, trenzas que dicen bien claro que nunca ha sido casada.
Tenía la frente estrecha, y de ella hacia atrás, en dos bandas no muy lisas, el cabello negro, que en dos trenzas copiosas, veteadas de una cinta roja, llevaba recogida en cerquillo, como una corona, sobre lo alto de la cabeza.
En el centro de la mesa, entre las caracolas, estaba otro regalo del tío Ventolera: una cabeza de mujer rematada por una especie de tiara redonda sobre los cabellos en trenzas. El barro gris estaba moteado de blancas y duras esferillas, granulaciones de los siglos y del agua salitrosa.
Palabra del Dia
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