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Actualizado: 6 de mayo de 2025


El forastero había cogido á su contrario en el momento en que tenía puesta su daga sobre la espada, cerca de su empuñadura; había metido una estocada baja y diagonal por el ángulo estrecho formado por la daga y por la espada del incógnito y había hecho una especie de trenza con los tres hierros, sujetándolos contra el muslo izquierdo de su contrario.

Ella, por su parte, jugaba también con él; le enseñaba canciones y lindezas, diole para su trenza una cinta amarilla, la que mejor sentaba a su color; leíale cuentos y narraciones y lo llevaba consigo a la clase del domingo; en oposición a los precedentes de la escuela y a manera de las mujeres mayores, triunfaba en esta innovación.

Ella se decidió bien pronto, y cuando ya estaba dispuesta á ir al antro de la bruja, informóla otra amiga, que también era mulata, que con que enviase á la maga una trenza de la camisa, ella se la volvería luego con tal virtud adobada, que, practicando puntualmente lo que le fuese ordenado, ya estaría entrando por las puertas el infiel marido.

Tenía la otra, en cambio, negros cabellos cuya doble trenza servía de orla al ovalado rostro; con sus ojos brillantes, sus labios purpurinos y sus vivos y resueltos ademanes, semejaba una de aquellas doncellas doradas por el sol del Mediodía, a las cuales reunía Bocaccio en la villa Palmieri para leerles los alegres cuentos de su Decamerón.

Cuando el niño había sido bueno, Liette le sentaba en su falda delante del pesado escritorio Imperio, y sacaba de un cajón una fotografía medio borrada que, con una trenza rubia de reflejos de sol, componía el relicario materno.

Clara estaba delante de su espejo, y se ocupaba en enredarse en la coronilla una gruesa trenza de pelo negro, recientemente tejida y terminada en la punta con un atadijo del mismo pelo y un lazo encarnado.

Miguel, aprovechando uno de estos abrazos, y a favor de la oscuridad, cogió la trenza de Maximina, que colgaba por la espalda con un lazo de seda en la punta, y la llevó a los labios. ¿Qué hace V.? dijo la niña volviéndose rápidamente. Besar la trenza de su pelo. ¿Y por qué hace V. eso? preguntó con sorpresa. Porque me gusta. Maximina bajó los ojos y guardó silencio.

En conclusión, la chica quedó mocha, y para no dar campo a que la llamasen Mariquita la pelona, se llamó a buen vivir, entró en un beaterio y no se volvió a hablar de ella. De cómo la trenza de sus cabellos fué causa de que el Perú tuviera una gloria artística El sujeto que, por berrinche, había trasquilado a Mariquita era un joven de veintiséis años, hijo de un español y de una india.

Trátanla como á madre, como á hermana, como amiga, como á confidente y consejera..... ¡Hasta pretenderían hacerla su cómplice! ¡Todo se lo cuentan; todo se lo consultan; en todo procuran interesarla; de todo le ofrecen participación, consistente en algunas velas, en alguna joya ó en la trenza de sus mismísimos cabellos.

La besó, la abrazó, se la apretó contra el corazón: «Ven, pobrecita: ven, que esos malos te dejaron aquí sola: no estás fea, no, aunque no tengas más que una trenza: la fea es ésa, la que han traído hoy, la de los ojos que no hablan: dime, Leonor, dime, ¿ pensaste en ?: mira el ramo que te traje, un ramo de nomeolvides, de los más lindos del jardín: ¡así, en el pecho! ¡ésta es mi muñeca linda! ¿y no has llorado? ¡te dejaron tan sola! ¡no me mires así, porque voy a llorar yo! ¡no, no tienes frío! ¡aquí conmigo, en mi almohada, verás como te calientas! ¡y me quitaron, para que no me hiciera daño, el dulce que te traía! ¡así, así, bien arropadita! ¡a ver, mi beso, antes de dormirte! ¡ahora, la lámpara baja! ¡y a dormir, abrazadas las dos! ¡te quiero, porque no te quieren

Palabra del Dia

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