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Actualizado: 30 de abril de 2025
Elena, la discípula del presbítero, se marchaba en aquel momento, aunque no eran más de la diez. Su tío, un señor viejo, bajo y regordete como ella, de labios abultados y fisonomía riente, que andaba por los rincones solitario, no consentía retirarse después de esta hora. La niña, que era vivaracha y traviesa, al despedirse con ruidosos besos de sus amigas, procuraba ponerle en ridículo: «Qué quieres, hija; mi tío se empeña en hacer competencia a las gallinas. Voy a leerle la vida del santo del día. No puede dormirse sin enterarse de los martirios de Santa Irene o San Lorenzo. Adiós, adiós; pedid a la Virgen que sane mi tío de la cabeza».
Y, sin embargo, era evidente que buscaba las ocasiones en que estuviese sola. A ninguna mujer se le hubiera escapado esta táctica, pero mucho menos a Elena que era traviesa y picaresca y se gozaba en verle apurado. La timidez de un hombre tan maduro halagó mucho su vanidad y la riqueza que se le suponía también. Principió a coquetear con él de lo lindo.
El Paraná-miri está cercano, Que al Paraná traviesa caudaloso, Haciendo triangular una isla llana, De doce leguas casi de sabána.
El maestro don Pascual estaba harto mal de dinero, pero tenía buenos libros, y quiso dar inmediatamente, para regalo, a Juanita algunos tomos de la Biblioteca de Ribadeneyra, entre ellos El Romancero general y las Comedias Tirso, a cuyas heroínas era Juanita muy semejante por lo desenfadada y traviesa.
Adiós, gente grave y orgullosa, traviesa y jovial, fecunda en artificios y trazas, tan pronto sublime como vil, llena de imaginación, de dignidad, y con más chispa en la mollera que lumbre tiene en su masa el sol.
Los troncos de pino, los pies derechos y contrafuertes que sostienen sólidamente el dique, se retiran con cuidado; luego, á una señal, la traviesa que servía de cerrojo á la enorme puerta, es precipitada al fondo, la compuerta se levanta y la masa impetuosa del agua corre con furor hacia la salida que le acaban de abrir.
Deseoso Lázaro de ver á su tío aquella mañana, fué á casa del abate Carrascosa, y allí encontró otra escena de desolación. Estaba el ex abate en su cuarto, sentado en una silla, con los pies sobre la traviesa, en tal actitud, que parecía un pájaro posado sobre una rama. Apoyaba los codos en las rodillas, sustentando la cabeza con las manos, como si quisiera apuntalarla.
A veces seguía á campo traviesa, de un grupo de cruces á otro, aplastando con la huella de sus neumáticos los surcos abiertos por la labranza. Tumbas... tumbas por todos lados. Las blancas langostas de la muerte cubrían el paisaje. No quedaba un rincón libre de este aleteo glorioso y fúnebre.
No cabiendo juntos por la angosta senda, iban Lucia y Artegui uno tras otro, si bien Artegui a veces se echaba a campo traviesa, sin gran respeto de la ajena propiedad. Detuvo al fin la niña su indisciplinada carrera al pie de espesos mimbrales, que, creciendo al borde de un pantano, sombreaban pendiente ribazo muy mullido de hierba, y desde el cual se oteaba todo el paisaje recorrido.
Muy cierto es todo eso, mi buena amiga, respondió el magnate, pero tened en cuenta que es muy joven, llena de vida y salud, traviesa y alegre como una niña y que tiempo hay para todo. Sus travesuras van siendo graves por demás y demandan de vos severa corrección. No querréis decir seguramente que llegue yo á levantarle la mano.
Palabra del Dia
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