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Actualizado: 21 de julio de 2025


Pero á Lázaro antojábasele un sombrío edificio, gigantesco sepulcro de vivos, de altísimas y negras paredes, de gruesos é inaccesibles torreones, con un gran foso lleno de aguas cenagosas y verdes, con largas filas de mazmorras, de las cuales la más lóbrega y subterránea era la suya.

Tu mezquita fue consagrada á otro Dios, invadida por soldados y sacerdotes de Cristo. La voz del muezin dejó de animar tus minaretes; la del rudo africano, tus torreones. Hablaste y no te comprendieron; te hablaron y no comprendiste. Tus escuelas quedaron para siempre cerradas; tus baños, secos; tus palacios, desiertos.

Esa ciudad que miro cercada de viejos muros y torreones ¿será tal vez solo el sepulcro en que dormirá Granada? ¿será quizás solo una sombra de la espléndida corte de los árabes?

Otra linea mas formidable en su conjunto, con muchos torreones de trecho en trecho, separaba á la Alhambra y la ciudadela de los parques, el Jeneralife, etc.; y por último, los palacios mismos de las residencias de la Corte estaban separados de la masa que componía la ciudadela, dividida en muchas calles con jardines, donde sin duda habitaban las familias cortesanas y acaso una parte de la guarnicion.

Voy á decirlo, sin temor de que muchos se escandalicen: este San Sulpicio, con sus ventanas, sus columnas, sus torreones y sus veletas, que parecen aspas de un molino de viento; este San Sulpicio, con su gran pórtico; su nave extensa, desnuda, callada, sombría; su coro aislado; su majestuoso altar mayor; su oculta capilla de la Vírgen, iluminada por una luz confusa, indecisa, misteriosa, y sus enormes conchas venecianas que sirven de pilas; este San Sulpicio, vuelvo á decir, es más iglesia, más templo cristiano, que la Magdalena y el Panteon.

La nobleza desmanteló sus antiguos torreones para erigir en su lugar viviendas accesibles, placenteras, decoradas con pórticos y columnatas, fuentes y estátuas de mármol.

Si dirigíamos los ojos hácia la izquierda, también por esta parte continuaba el recinto de las murallas hasta llegar á la Puerta de Triana, enfrente de la cual, y á la otra margen del rio, veíase la mole del castillo de San Jorge, asiento del Tribunal establecido contra la herética pravedad en los reinos de España, cuyos torreones semejaban negros gigantes mirando amenazadores hacia el arrabal y la ciudad, al par que reflejaban sus sombrios contornos en las ondas del caudaloso rio.

Unos decían que la Reina Católica había hecho desaparecer este artificio teatral que turbaba la devoción de los fieles; otros, que eran soldados enemigos del condestable los que en un día de asonada rompieron en piezas la articulada estatua. En el exterior del templo, la capilla de los Luna alzaba sus torreones almenados, formando una fortaleza aislada dentro de la catedral.

Cuantos viajeros ilustres por su amor á las ciencias y á las letras, visitaban esta metrópoli en los años de 1528 al 29, después de cruzar por la plaza del Duque de Medina Sidonia, en que se alzaba la opulenta vivienda de aquel magnate, y de contemplarla por algunos momentos, fijándose, ora en los dos eminentes y robustos torreones que se alzaban en sus ángulos, ora en sus grandes ventanas, balcones y portada de sillería, con sus heráldicos escudos, ora en la fila de antiguos fustes de mármoles, encadenados entre que marcaban la jurisdicción del señor de aquella casa; después de admirar, decimos, aquel enorme edificio, mitad palacio mitad fortaleza, que según tradición, motivó que Felipe II preguntase: «si aquella era la casa del señor de la villa» enderezando sus pasos por la calle que entonces decían de las Armas, y despues de atravesar por debajo del gran arco á que nombraban puerta de Goles, donde más tarde mandó levantar el Cabildo y Regimiento de la Ciudad la Puerta Real, pasábase, nuevamente, ante otra vasta y magnífica vivienda que allí se parecía, construida sobre un paraje eminente, y desde el cual espaciábase la vista con la contemplación de un maravilloso cuadro.

Pero una ojeada á la arboleda, sobre cuyo ramaje asomaban los torreones del castillo, finalizó sus dudas. No, no... «Hay que terminar lo que se empiezaSe presentaban los últimos grupos de dragones saliendo á la carretera por diversos puntos del bosque. Llevaban sus caballos al paso, como si les doliese este retroceso.

Palabra del Dia

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