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Actualizado: 5 de junio de 2025
¡Qué río el de la Plata! dijo con orgullo el doctor Zurita a Isidro . Y lo que usted ve no es nada... Hay que pasarlo un día de tormenta... Algunos que no se marean yendo a Europa, echan hasta el alma en un vapor del río. El buque del práctico entró en la zona iluminada del Goethe.
Nadie hablaba allí del peligro que sólo ignoraba Quintanar. Muchas veces, cuando una tormenta como la de San Pedro descargaba sobre el Vivero, se quedaba allí toda la comitiva a pasar la noche. Ana se encontraba, sin buscarlo, pero sin esquivar las ocasiones, en contacto con Álvaro, apretada contra él en coches, palcos, bailes, bosques, muchas veces cada semana.
Volviendo pues la gente de su entrada, Sucede en la Asumpcion una tormenta: Dos hombres la levantan, que escusada La tal ó motin es, si no lo inventa El pecado, que cosa es muy usada. Lebron el uno es, el otro Armenta: Desde que el Gobernador preso tenia, Muy bueno ha andado Armenta, les decia.
Aquella noche, después de comer, fueron todos a casa de doña Casta, donde debían reunirse para ir a paseo. Pero a poco de estar allí, entró Ballester diciendo que se había levantado un airote muy fuerte y amenazaba tormenta, por lo que unánimemente se acordó no salir; se encendió luz en la sala, y doña Casta dijo a Olimpia que tocara la pieza para que la oyeran Maximiliano y Ballester.
Aislados, perecerían; unidos en el bosque, continúan viviendo, Pero si por la parte de la cima los árboles que forman el primer valladón de defensa llegan á ceder en cualquier punto, pronto conmoverá y derribará la tormenta á sus compañeros. Preséntase el bosque como un ejército, formando á sus árboles en batalla, como si fueran soldados.
Una arruga profunda apareció en el entrecejo de Amparo; señal de tormenta. Mira, chica, tengamos la fiesta en paz. Te vas haciendo muy picante y ya sabes que tengo muy poca paciencia dijo con voz sorda. De lo que menos caso hago yo es de tu paciencia, hija mía. Te he venido a decir bien claramente que no quiero trato contigo. Al parecer, no quieres acabar de entenderlo.
Con esto se conjuró la tormenta que amagaba estallar. Llevando don Alejandro la conversación al terreno de don Ventura, habló éste del estado en que se hallaba la Colegiata: bastante bueno. Según los inteligentes, porque él no lo era, el templo, sin ser un monumento de gran importancia, valía la pena de ser atendido, aun sin considerarle, como le consideraba él ante todo, como casa de Dios.
¿Cuervos tenemos? exclamó ; cerca anda carne muerta... tormenta está aparejada para alguno. Dios le ayude. Y se encaminó con su forzada lentitud á la primera escalerilla.
Pensó en el cura de la Segada y en la influencia poderosa que ejercía al parecer sobre el conde. Pensó en que como hombre sagaz y de mucho ingenio pudiera tal vez hallar algún recurso ó excogitar algún medio de conjurar la tormenta. Después de todo, en su calidad de ministro de Dios, estaba en el deber de hacer cuanto le fuera posible para evitar la consumación de un crimen.
Vuelve la tormenta y yo no quiero bromas con la electricidad; me consta que la carrera de un coche atrae el rayo.... Me quedo, me quedo. Las baronesas prefirieron desafiar la tempestad. El Barón quería más quedarse, pero tuvo que seguirlas. También se metió en el coche el gobernador, pero su esposa se quedó con los Marqueses.
Palabra del Dia
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