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Actualizado: 18 de mayo de 2025
¡Pero lo hay en la música! No lo niego; pero, ¿dónde está para nosotros cuando escuchamos una ópera nueva?... ¿un himno nacional que no sea el nuestro?... ¿un trozo cualquiera que no hayamos oído nunca, y que no tenga reminiscencias de algo conocido?... En cambio si dentro de veinte años oyeras tocar el 5.º nocturno, se te representaría la escena de la otra noche.
Este ruido de invisibles montañas que ruedan por los espacios, chocándose y redondeándose como los guijos que arrastra un río; estas lenguazas de fuego que lamen el cielo y llegan a tocar el mar con sus afiladas puntas; este cielo que se revuelca desesperado; este mar que anhela ser cielo, abandonando su lecho eterno para volar; este hálito que nos arrastra, esta confusión armoniosa, esta música, amigo, y ritmo sublime que lo llena todo, encontrando eco en nuestra alma, me extasían, me cautivan, y con fuerza irresistible me arrastran a confundirme con lo que veo... Esta alteración se repite en mi alma; esta rabia y desesperado anhelo de salir de su centro, propiedad es también de mi alma; este rumor, donde caben todos los rumores de cielo y tierra, ha tiempo que también ensordece mi alma; este delirio es mi delirio, y este afán con que vuelan nubes y olas hacia un punto a que no llegan nunca, es mi propio afán.
La osadía del negrito no conocía límites, y extendió sus manos pringadas hacia aquella señora tan maja que le miraba tanto. «Quita allá, demonio... quita allá esas manos» le gritaron. Viendo que no le dejaban tocar a nadie, y que su facha causaba risa, el chico daba patadas en medio del corro, sacando la lengua y presentando sus diez dedos como garras.
Dándosela usted no sospechará... Además, usted le dirá a doña Casta o a Aurora que le inviten a subir para que oiga tocar la pieza... Quítese usted de ahí... Yo no me meto en esas intrigas. ¡Pobre muchacho! Me pongo de su parte. ¡Qué malo es usted! Más mala es usted... En pago de su infamia le voy a dar una buena noticia.
Quería llegar hasta el santuario del único ídolo en que siempre había de creer, porque era el solo a que no podía tocar. Eran más de las diez de la noche, y los duques, que se habían marchado con su hija a la ópera, no volverían probablemente hasta muy tarde.
¡Irme! contestó Sardiola apaciblemente . ¡Bueno es irme! ¡Para que usted la ahogue, y se quede tan fresco! ¡mal hombre! vergüenza debiera darle a usted tocar al pelo de la ropa a la señorita.
Los billetes de banco no le gustan, porque dice que las damas no deben tocar más papeles que cartas de amor y cuentas pagadas, y que con las criadas oros son triunfos.
Llegaba, y ella venía en el acto hacia él con las manos tendidas, la sonrisa en los labios y el corazón en los ojos. Todo en ella decía: «¡Procuremos amarnos, y si podemos, amémonos!» El miedo lo embargaba. Apenas se atrevía a tocar aquellas dos manos que iban al encuentro de las suyas. Trataba de evitar aquella mirada que cariñosa y risueña, inquieta y curiosa, buscaba la suya.
Y luego me sentí inflamado de un fuego dulce, para mí desconocido; de un fuego que parecía aislar dentro de sí mismo mi alma, purificarla, levantarla hasta el cielo; pareciome tenerla en contacto con Dios, bendecida por él; luego me sentí completamente abstraído, espiritualizado, fuera del contacto de todo lo terreno, y pareciome tocar con mi espíritu el espíritu de Dios, del Dios justo y bueno que premia a los que lloran; y creí en Dios y le confesé con la inmensidad de mi pensamiento.
¿Qué vas a tocar? No sé, ché, Melchor... estoy pensando. ¡Toca el pericón nacional!... que es de circunstancias. No lo sé... ¿Y los tristes argentinos... que son tan lindos? Tampoco... de memoria no los recuerdo. ¡Bueno! toca lo que te dé la gana. El quinto nocturno...
Palabra del Dia
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