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A ella le gustaba muy poco el campo y lo único que se lo habría hecho tolerable era la caza; pero Bringas se asustaba de los tiros, y habiéndole llevado en cierta ocasión el alcalde a una campaña venatoria, por poco mata al propio alcalde.

Empezada la misa, no cesaron los tiros en el portal de la iglesia, y la gaita siguió tocando en el coro, acompañando á los cantores, entre los cuales estaba mi tío, que era una especialidad para echar la epístola. Tocó su turno al predicador, cuyo sermón era el gran acontecimiento del día.

Después lo vió á él, una tarde que trabajaba en el interior del estudio cinematográfico, bajo una luz lívida. «El rey de las praderas» se batía en aquellos momentos á silletazos y tiros de revólver con todos los parroquianos de una taberna del desierto. La primera impresión no fué buena.

Que la van á coger, que ya se sabe de dónde sale, que es de carne, que es un espíritu, que muerde, que cocea, que busca chiquillos para sacarles el sebo, que los serenos, que la policía, que cazarla á tiros ... y nadie se atrevía á pedirle el pasaporte. Al cabo, la delación de un pinche de billar hizo luz en el horrible caos, y el misterio se aclaró. ¿Saben ustedes lo que era la Berrona?

El tiempo que pasa antes de procurarse nuevos tiros es una agonía mortal para Facundo, que grita a cada momento: «¡Caballos! ¡CaballosSus compañeros de viaje nada comprenden de este extraño sobresalto, asombrados de ver a este hombre, el terror de los pueblos, asustadizo ahora y lleno de temores, al parecer quiméricos.

Cargaron entre los dos con la caldera, que pesaba cerca de un quintal, y se pusieron en marcha, aligerando lo posible el paso, mientras los dos jóvenes, con los fusiles dispuestos, no perdían de vista a los salvajes, los cuales avanzaban en dispersión para presentar menos blanco a los tiros enemigos. Ya no podía caber duda alguna.

Muy contra su voluntad, a pesar de la desgracia que tenía encima, el cazador sintió el placer de la vanidad satisfecha. «Frígilis había disparado dos tiros y... nada; disparaba él uno solo y... cuatro.... , cuatro, allí estaban, sangrando sobre el prado, mezclando las gotas rojas con la escarcha blanca de la hierba».

Pero los tiempos eran otros. Ya no era posible ir a tiros como sus padres en plena plaza a la salida de misa mayor. La Guardia civil no les perdía de vista; los vecinos les vigilaban, y bastaba que uno de ellos se detuviera algunos minutos en una senda o en una esquina para verse al momento rodeado de gente que le aconsejaba la paz.

Para que medren unos cuantos ganapanes que no saben más que charlar por los codos. Fuera el Congreso y fuera el Senado. Una persona arriba, llámese rey, presidente o Preste Juan, que tenga firme por la rienda y arree con el látigo al que se desmande. Luego, nada de indultos. Al que conspire, cuatro tiros y en paz.

Y con esto me despido, que vivo lejos, hermano Mohamad, haciendo gracia por ahora de las ceremonias y procesión con que aquí se me condujo, y del andamio, atalajes, cuadrigas y tiros con que se me porteó, pues ya está harta la locura de ir en cuestas de la sabiduría.