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Actualizado: 11 de julio de 2025
Además, ella no pedía ninguna catástrofe, ningún duelo a muerte; contentábase con un poco de ruido, un duelo de mojiganga como tantos otros: cruzar un par de tiros e irse después a almorzar en Fornos... Ella se encargaba del almuerzo y haría poner, desde luego, écrevisses
El uno fué, que al paso de un monte, en donde los indios se habian fortificado con empalizadas, fueron desalojados con una numerosa porcion de tiros.
Despues fué llevado á los reales con el marinero, que en castigo le tuvieron atado de pies y manos toda la noche, á cuatro palos hácia diversas partes, y por la mañana fué azotado con riendas: mas contra el sacerdote no hicieron cosa indecorosa, sino algunas amenazas, ponerle miedo con algunos tiros al aire de escopetas, y con dicterios.
Seguían los tiros, las aclamaciones delirantes a San Bernardo y sus hermanas, y rodeado de un nimbo rojo por el resplandor de las antorchas, saludada en cada esquina por una descarga cerrada, iba navegando la imagen sobre aquel oleaje de cabezas azotado por la lluvia que, a la luz de los cirios, tomaba la transparencia de hilos de cristal.
Llegando el autor desta grande historia a contar lo que en este capítulo cuenta, dice que quisiera pasarle en silencio, temeroso de que no había de ser creído, porque las locuras de don Quijote llegaron aquí al término y raya de las mayores que pueden imaginarse, y aun pasaron dos tiros de ballesta más allá de las mayores.
Aquel tiro de Mesía, del que tenía la culpa la Regenta, rompía la tradición pacífica del crimen silencioso, morigerado y precavido. «Ya se sabía que muchas damas principales de la Encimada y de la Colonia engañaban o habían engañado o estaban a punto de engañar a su respectivo esposo, ¡pero no a tiros!». La envidia que hasta allí se había disfrazado de admiración, salió a la calle con toda la amarillez de sus carnes.
La condesa acertó muchos blancos, lo mismo que Pedro y miss Florencia. El único que estuvo desgraciado fué el conde, á pesar de ser un tirador habilísimo en toda clase de armas, de lo cual había dado más de una brillante muestra en los tiros de pistola y salas de armas de París y Madrid. Pero aquel día estaba nervioso ó no sabía lo que le pasaba.
Los soldaditos, pálidos, con la boca apretada, descansando sobre sus fusiles entre las pedradas y los tiros de revólver, daban frente á la gran masa que protestaba contra la romería. Llegaban para guardar el orden, pero sus ojos iban instintivamente hacia la muchedumbre devota, como si deseasen girar sobre sus talones y hacer fuego apuntando á la iglesia.
¿Por qué vamos a suponer que el hombre que habla es más consciente de lo que hace que el hombre que tira tiros? Si Carlos Marx no hubiese escrito El Capital, los oradores socialistas, o no dirían nada, o dirían unas cosas muy distintas de las que dicen.
Los ómnibus que circulan por la Cité como por toda la capital de Inglaterra, son como diligencias: de trecho en trecho y á horas precisas renuevan los tiros; eso solo prueba las distancias de la colosal London. Lo que seguramente posee Inglaterra de mas valor, es sin duda alguna el famoso palacio de cristal.
Palabra del Dia
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