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Actualizado: 11 de julio de 2025
Durante el camino rumiaba Febrer proyectos de ataque. Estaba resuelto a una acción inmediata. Apenas saliese el verro a la puerta de su casa, le dispararía los dos tiros de la escopeta.
Señor: A Vd. digo que habiendo operado en este Departamento Oriental y habiendo tomado el poblado de Palmarito haciendo en parte vivieres y ropas las fuerzas por particular, pasaron, al poblado de La yerba de Guinea, habiéndose dado á la fuga las fuerzas del Gobierno ocupamos noventa y siete tiros de Mauser Reformados y en las tiendas ocupamos un saquito de municiones otro de balines á más de doscientos cartuchos y seis cajas de pólvora de lo demás no puedo dar cuenta ni fe porque yo iba bajo las órdenes de otro Brigadier.
En los bailes domingueros soltaba tiros para demostrar su entusiasmo amoroso.
Pero ni su voz ni sus ojos justificaron tales sospechas, y Ferragut prefirió no darse por enterado de lo que pasaba. ¿Sabe alguien lo ocurrido? Tòni levantó los hombros. «Nadie...» Se había metido en el vapor, apaciguando al perro de á bordo, que ladraba furiosamente. El hombre de guardia había oído los tiros, imaginándose que eran de una pelea de marineros.
¡Obscura está la maldita noche! exclamó una voz penetrante. Era Ruperto Henzar, que un momento después se halló frente a mis compañeros. Inmediatamente sonaron varios tiros y me adelanté seguido de Sarto y Tarlein. ¡Mata, mata! aullaba Ruperto, y un gemido me anunció que el bribón daba el ejemplo a su gente. ¡Estoy perdido, Ruperto! exclamó al caer uno de los que le seguían.
Y para esto llevan en sus cajones bien acondicionados los cartuchos, hechos de camellote en lugar de lienzo, porque de esta suerte evitan que quede algun fuego en el cañon, y dicen que no se calienta tanto, aunque se disparen muchos tiros seguidamente con dicho cañoncillo.
Ocurriósele de pronto una hipótesis: acaso la viajera fuese una miss inglesa o norteamericana, provista de rodrigón y paje con llevar en el bolsillo un revólver de acero de seis tiros.
Conservaba aún gran vigor físico, y lo que es aún más raro, en los cabellos que le quedaban apenas se notaban las canas. Mientras duró la primer guerra civil, abandonó el rebaño y se fue a las provincias vascas a pelear con las armas en la mano por la causa del Pretendiente. Volvió al cabo de algunos años. Su carácter bravío no se había dulcificado mucho andando a tiros por los montes.
Esta no era de aquellas que debían acabar con un almuerzo. Una mujer había faltado, y el honor exigía en reparación la muerte de dos hombres. Es incomprensible, pero es cierto. Se eligió el terreno, se dio la señal, y los dos tiros salieron a un tiempo: de allí a poco había expirado un hombre útil a la sociedad. Carlos había caído, pero habían quedado en pie su mujer y su honor.
Algunos caballeros estaban disfrazados: había uno vestido de fraile haciendo oración entre las malezas de una sierra, con su calavera y todo al lado. Me dijeron que era un muchacho de la nobleza que había renunciado al mundo por desengaños de amor. Bien se le conocía al pobre, a pesar de su vestimenta eremítica, que había tirado muchos tiros al pichón.
Palabra del Dia
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