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Actualizado: 10 de julio de 2025
Llegó á contraer un empeño formidable el duque de Osuna. Y lo que era peor, un amor intenso. Porque doña Juana de Velasco lo merecía todo. Irritábale aquella resistencia, porque él estaba acostumbrado á llegar, ver y vencer, como César. La conducta fría, tiesa, sostenida de doña Juana, le sacaba de quicio.
Entonces las monjas giraban vertiginosamente y las arañas se sacudían echando sobre ellas los cirios. Luego, bruscamente, la música paraba y cada monja quedaba tiesa, en actitud grotesca. Todas ellas llevaban hábito descotado y reían como locas; pero al mirarse los brazos desnudos enrojecían tanto, que de los párpados hinchados les brotaban gruesas gotas de sangre.
El hijo subía y la madre no se movía, parecía dispuesta a estorbarle el paso, allí en medio, tiesa, como un fantasma negro, largo y anguloso. Cuando De Pas llegaba a los últimos peldaños, doña Paula dejó el puesto y entró en el despacho. Don Fermín la miró entonces, sin que ella le viese. Reparó que su madre traía parches untados con sebo sobre las sienes; unos parches grandes, ostentosos.
Sí..., ¿para qué? repetía desde su silla con voz de sepulcro doña Ramona, que, si ya no se llamara la Esfinge, hubiera habido que llamárselo desde entonces, al verla tiesa, pálida, inmóvil y misteriosa, clavada en su asiento como escultura egipcia en su pedestal.
Toda la vida trabajando como el obispo y sin salir nunca de cristos a porras. Hoy ganado y mañana perdido. Todo se hace sal y agua. Eso sí, siempre tiesa como un ajo, y todavía, aquí dónde me ves, le acabo de dar una patada a la muerte porque el año pasado tuve una ronquera, pero una ronquera... Pues nada, Dios y la flor de malva aclararon el modo de hablar, y aquí me tienes.
Nada de eso... Usted es linda, el tiempo hermoso y el bosque está perfumado, ¿qué más puedo yo pedir? Mirábala yo de reojo, de vez en cuando, y la veía andar, tiesa y orgullosa, sin volver ni una vez la cabeza hacia mí, y con los ojos fijos en la joven pareja que iba delante de nosotros y que parecía hablar con animación.
A pesar de los artificios de la modista y del peluquero, sigue ordinaria, tiesa y evidentemente salida de los almacenes de productos químicos de su señor padre. Y su espíritu está en armonía con su cuerpo. Tiene inteligencia, pero vulgar, y sus ideas, que ella quiere presentar como superiores, son todas prestadas y reflejas, no se apoyan en nada personal y sólo descansan en el vacío.
Quiero decir que a mí no hay mujer que me engañe». Fortunata tuvo miedo y Nicolás aproximó más el sillón. Aunque estaban solos, ciertas cosas debían decirse en voz baja. «Vamos a ver, ¿quién fue el primero?» preguntó el presbítero llevándose la mano tiesa a la boca, porque con la pregunta querían salir también ciertos gases.
A poco de salir de las Micaelas, parecía algo enmendada. Volvió a correr pañuelos de Manila y algunas prendas; estaba en buena conformidad; pero ya la tenemos otra vez en danza con el maldito vicio. Anteanoche la recogieron tiesa en la calle de la Comadre... ¡Qué vergüenza...!». Jacinta hizo un gesto de pena. «¡Pobrecita mía!» exclamó abrazando más estrechamente a su protegida.
El iris y la pupila, estriados de biliosas agujas, verdegueaban bajo un fluido transparente, que parecía renovarse sin cesar, como el de una mirada viva, y la boca se encogía bajo el mostacho, como si luchara por contener algún altivo denuesto. Máscara tiesa de cortesano disfrazando a medias la honra colérica, el brío estrangulado.
Palabra del Dia
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