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Actualizado: 18 de mayo de 2025


¿Sabes lo que estoy pensando? profirió ella al cabo buscando a tientas su mano y apretándola tiernamente . Pues pienso que si yo no fuese ciega no te querría tanto como te quiero... y me parece que tampoco me querrías a de este modo. Por tanto que no seríamos tan felices. Quizá sea como piensas repuso él inclinándose otra vez para besarla . Pero daría la vida por que recobrases la vista.

¿Nos ama realmente? dijo Perla mirando á su madre con expresión de viva inteligencia. ¿Irá con nosotros, dándonos la mano, y entraremos los tres juntos en la población? Ahora no, mi querida hija, respondió Ester. Pero dentro de algunos días iremos juntos de la mano, y tendremos un hogar y una casa nuestra, y te sentarás sobre sus rodillas, y te enseñará muchas cosas y te amará muy tiernamente.

Porque el señor Blair, antes de hacer su testamento, se confió en y me preguntó con franqueza si alguna vez su hija me había hablado de usted de alguna manera significativa que me hubiese hecho sospechar algo. Le confesé la verdad de lo que al respecto sabía, exactamente como acabo de referírselo a usted. Mabel lo ama... Lo ama tiernamente.

Pasemos á tu estudio y estaremos mejor que aquí, dijo Roussel. Cogió al joven por el brazo, apretándoselo tiernamente, dichoso por tenerle allí, como si hubiera abrigado el temor secreto de no encontrarle en su casa al volver.

Luego fijó tiernamente los ojos en su madre y en su marido y sonrió. En seguida volvió la cabeza y quedó inmóvil. Guillermo, asustado, asió su mano; estaba fría. Cornelia había muerto

Era simpatía a su persona y respeto a su nombre. Valls no tenía más que una heredera, y además estaba enfermo: la exuberancia prolífica de su raza se había desmentido en él. Su hija Catalina había querido ser monja en la adolescencia; pero ahora, pasados los veinte años, sentía gran amor por las vanidades del mundo, y compadecía tiernamente a Febrer cuando hablaban ante ella de sus desgracias.

La pobre se arrastraba apoyada tiernamente en otro ser que vivía de su vida y no contaba sobrevivirla. Si los votos y las oraciones bastasen á prolongar la vida, aquella joven no hubiese muerto; tenía en su apoyo los de cuantos la conocían, particularmente de los pobres. Empero la primavera llegó y con ella el fin de sus días.

Mi madre, mi propia madre, que murió en buena hora, no era sino mi madre. Pero vos fuisteis la madre de aquella que quise tan tiernamente, y por eso mismo me sois más querida que la madre que conocí, más querida que todo, lo mismo que mi mujer era más amada por mi alma que lo que esta misma amaba su propia vida.

Apenaba más verla llorar, por la alegría revoltosa que siempre fue el distintivo de su carácter. Fernanda la acariciaba tiernamente y compartía sus lágrimas. Al cabo de un rato de silencio le preguntó: Pero ¿ le sigues queriendo? ¡, hija, ! exclamó con rabia. No lo puedo remediar. Cada vez estoy más ciega por él. ¡Vaya por Dios! Tu pobre padre estará también disgustadísimo.

Una de las que más tiernamente le felicitaron por su curación fue la hermana mayor de su amigo Steimbourg. Esta amabilísima joven, que tenía costumbre de mirar a los hombres cara a cara, observó que M. L'Ambert había salido de la última crisis más hermoso que nunca. Y en realidad, parecía como si aquellos dos o tres meses de enfermedad hubiesen dado a su rostro un no qué de perfecto.

Palabra del Dia

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