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Hízolo así Sancho, y, diciendo ''a Dios'', se dejó vendar los ojos, y, ya después de vendados, se volvió a descubrir, y, mirando a todos los del jardín tiernamente y con lágrimas, dijo que le ayudasen en aquel trance con sendos paternostres y sendas avemarías, porque Dios deparase quien por ellos los dijese cuando en semejantes trances se viesen.

Esta vez Liette no pudo reprimir una franca carcajada, y respondió besando tiernamente a aquella cabeza a la que las canas no habían llevado la razón: Nadie podría reemplazarte conmigo, querida mamá, y la de Candore menos que otra... No la conoces; es una mujer superior, pero tan convencida de su superioridad, que el común de los mortales no existe para ella.

Felizmente, yo, al entregarla en la puerta, había tenido la previsión de despedirme de ella tiernamente para toda mi vida. ¡Oh, previsión oportuna!

Llamaron sus amigos al médico, tomóle el pulso, y no le contentó mucho, y dijo que, por o por no, atendiese a la salud de su alma, porque la del cuerpo corría peligro. Oyólo don Quijote con ánimo sosegado, pero no lo oyeron así su ama, su sobrina y su escudero, los cuales comenzaron a llorar tiernamente, como si ya le tuvieran muerto delante.

Sin decir una palabra, los dos hermanos se abrazan tiernamente. Después, al cabo de un momento, Martín toma entre sus manos la cabeza del hijo pródigo; y, frunciendo las cejas con aire sombrío, mordiéndose el labio inferior, por largo tiempo clava en silencio sus miradas en los ojos brillantes y alegres del hermano.

¡Señor Greenwood! tartamudeó, levantándose rápidamente, pálida y sin aliento ¡usted! ¡usted aquí! contesté, cuando la sirvienta hubo cerrado la puerta y quedamos solos. ¡Al fin la he encontrado, Mabel... al fin! Y, avanzando, tomé tiernamente sus dos manecitas entre las mías.

Un rayo de luz le hace alzar los ojos. Es Gertrudis que, de pie en el umbral de la puerta, con una lámpara en la mano, aparece toda confusa. Su gracioso rostro está cubierto de vivo color y sus pestañas bajas lanzan sobre sus mejillas dos sombras semicirculares. ¡Qué loquilla eres! dice Martín acariciando tiernamente sus cabellos en desorden.

Sus manos se buscaron y se apretaron tiernamente: sus cabezas se inclinaron para cambiar un beso casto. Historia de aquellos amores. Casto, . Quizá el primero en sus ya largos amores. Todo lo que de tierno y poético se desprendía de ellos, como un perfume, vino de pronto a embriagarlos, a hacerlos dichosos.

La señora Miguelina, puesta una mano sobre los ojos les siguió con la mirada hasta que hubieron vuelto la próxima esquina y luego entró sola en la casa. «Esa gente es feliz y se aman unos a otros pensaba Delaberge, que lo había visto todo desde la ventana. Ese Princetot, tan positivo, tan metido en lo material, quiere tiernamente a ese único hijo de que está tan orgulloso.

Se apretaba las rodillas como un torno. Y, cosa rara, aquellas dos cabezas, que tantas veces se habían alegremente sonreído y tiernamente besado, allí se seguían con ojos de odio, se mataban con la mirada. En fin, el que ocupaba lo alto del palo, lo abandonó un instante. El otro advirtió el movimiento, y se soltó también. Es lo que el pequeño esperaba.