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Actualizado: 7 de octubre de 2025
Deseosa de hablar reposadamente con el Vizconde, le citó para una noche en que no recibía a los demás tertulianos, y tuvo con él el coloquio que vamos a reproducir aquí. Después de los amistosos saludos de costumbre, con la inveterada familiaridad de siempre, y tuteando al Vizconde como solía, Rafaela le dijo: Tú eres mi mejor amigo, lleno para mí de amabilidad y de indulgencia.
Rafaela, que la había tomado primero por maestra, acabó por tomarla por acompañanta. La sentaba a su mesa, la llevaba consigo a misa, a tiendas y a paseo, ya a pie, ya en coche, y en sus tertulias le encomendaba que sirviese el té y que diese conversación a los tertulianos más fastidiosos y ordinarios.
¡Ya lo creo!... La Villasis sabe hacer bien las cosas, y de seguro que ha pedido al arzobispo indulgencia plenaria para todos sus tertulianos. Pero, en suma dijo al fin Currita, deteniendo aquella granizada de burlas , ¿qué es lo que se propone esa pobre María?...
En determinadas situaciones, nacidas de circunstancias y precedentes como los que habían creado la nuestra, no se discurre como en los trances ordinarios de la vida. Se aceptan a ciegas para no retroceder... El paradero, Dios le sabe. »Cuando hubo salido de nuestra casa el último de los tertulianos, me llamó mi madre a su habitación. Estaba ya acostada gran rato hacía.
Yo creía que los franceses no gustaban más que de romances y de contradanzas. ¿Qué queréis, tío? respondió Arias . Los silfos de los jardines de Lutecia se han convertido en gnomos teutónicos de la Selva Negra. No por eso son más amables añadió la marquesa. Rafael, huyendo del mayor, se intercaló en los grupos que formaban los tertulianos.
Los salmonetes no caen en el muelle, don Gil de las calzas verdes profirió el señor de las Casas con su habitual rudeza, por no decir grosería. Solía llamar así, en broma, a su antiguo protegido. Sí caen tal, D. Martín de las Casas blancas profirió con voz sorda Consejero. Los tertulianos rieron, lo cual amoscó un tanto a D. Martín, hombre, como ya sabemos, propenso a irritarse.
Los tertulianos todos al escuchar los pasos acudieron en tropel a los balcones y vieron, con sorpresa, desfilar por delante de la casa dos compañías de soldados que cruzaron la plaza y se perdieron en las encrucijadas de la villa. Los amigos de don Mariano se miraron con sorpresa. ¿Qué vendrá a hacer esta tropa a tales horas? preguntó una señora.
No obstante, Miguel encontrábase allí como el pez en el agua: la mayor parte de las tardes, cuando llegó esta época, se las pasaba nuestro héroe mano a mano con el ideal, sin que nadie viniese a turbarlo. Los tertulianos de la guardilla desertaban hostigados por el calor.
Quiero decir con esto que Rosita amaba a muchos de sus tertulianos con una amistad parecida a la que un hombre puede sentir por otro hombre, con más cierta dulzura inefable que ella, por ser mujer, y mujer bonita aún, atinaba a poner en esta amistad, completamente ajena a todo sentir amoroso. El primero de estos amigos de Rosita era el Conde de Alhedín. Entre Rosita y el Conde no había secretos.
Así que, con frecuencia, eran víctimas de las bromas de sus amigos y tertulianos, sin que por eso dejase ninguno de profesarles entrañable afecto. Desde tiempo inmemorial tenían costumbre de recibir en su casa por la noche a la juventud de Lancia, particularmente a los muchachos que se placían en asistir por la grandísima libertad que allí disfrutaban. Por acuerdo tácito todos ellos las tuteaban.
Palabra del Dia
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