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Actualizado: 8 de junio de 2025


No temas, Tristán profirió la joven sorprendida y enternecida por aquellas palabras , no temas; yo no soy un ángel, pero sabré guardar y respetar los sentimientos nobles de tu corazón. Esos diablos no podrán nada contra la fuerza de mis manos. Tristán tomó una de ellas entre las suyas, una bella mano fría, tersa, maciza, de virgen amazona y la llevó con pasión a los labios.

La cultura convencional, que amenaza nivelar las costumbres de los pueblos de la tierra, haciendo desaparecer toda originalidad de su tersa superficie, ha alcanzado también en estos últimos tiempos á los bailes nacionales.

La impresión que sintiera al verla por primera vez había sido tan fuerte, que de pronto no había podido darse cuenta de toda su hermosura. ¿Consistía su mayor seducción acaso en la gracia lánguida y casi vacilante de su cuerpo alto y delgado, o en la pureza de las líneas del gracioso rostro, de la frente tersa como si fuera obra de un escultor, coronada por copiosos cabellos negros que le descendían en dos bandas por las sienes y la daban un parecido con la Virgen, o en la dolorosa dulzura de la mirada, en la expresión profunda de una alma ansiosa?

«Hubo momentos en que peleé, como César en Munda, por la vida. Era Ramona, señores, morena; su carne de cañón, dura, tersa, y aquellos brazos que yo deseaba enlazados a mi cuerpo, en arrebato amoroso, me probaban su fuerza dando tortura a los míos, oprimidos, inertes.

Fuese como fuese, sucedió que Bonis empezó a despojarse de su terno inglés en el gabinete de su mujer; se quedó sin levita ni chaleco, luciendo los tirantes de seda y la pechera de la camisa blanca y tersa, con tres botones de coral; y en este prosaico, pero familiar atavío, se volvió sonriente hacia Emma, que lamía los labios secos, echaba chispas por los ojos, y seria y callada miraba el cuello robusto y de color de leche de su marido.

Las de la hermana San Sulpicio eran ideales; no excesivamente pequeñas, pues éstas antes me causan repugnancia que placer, de piel tersa y levemente sonrosada, macizas, de dedos bien torneados aunque no afilados en demasía. Con la mente estaba mandando mil besos a aquellas manos seductoras. ¡Jesú, qué guitarriyo tan cruel! exclamó sacudiéndolo con impaciencia. ¿De quién ha sido el hallazgo?

Vio dos o tres que él conocía, y pensó: «Me alegro; ahora veréis lo que es bueno». El regente que no era Quintanar con el entrecejo arrugado y la toga tersa, sentado en medio de la nave en un sillón de terciopelo y oro, contemplaba al predicador, preparándose a separar el grano de la paja, dado que hubiera de todo.

Pero uno y otro eran tan como Dios manda, que a pesar de lo mucho que se querían, no se propasaron nunca a otra cosa sino a estrecharse afectuosamente las manos, y una o dos veces a lo más, a consentir ella en recibir un casto beso en la tersa y cándida frente, y a lograr él estamparle.

Donde quiera, en el trayecto que média entre Basilea y el valle de Báden-Báden, la llanura es unida y tersa, variando mucho en anchura, y ofrece á las miradas del viajero un conjunto de magníficos paisajes. De trecho en trecho, particularmente del lado de las montañas, aparecen graciosas villas y aldeas, ó del lado del Rin se muestran algunos bosques, mantenidos con esmero.

La impaciencia pudo más que las órdenes del médico, y antes de dejar el lecho, cuando empezaron a permitirle otra vez incorporarse entre almohadones, algo más fuerte ya, Ana hizo nuevo ensayo y entonces encontró las letras firmes, quietas, compactas; el papel blanco no era un abismo sin fondo, sino tersa y consistente superficie. Leyó; leyó siempre que pudo.

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