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Actualizado: 28 de octubre de 2025


Hay que recordar que hace cinco años todavía iba yo por la mañana a abrocharte los calzones, y que tenías miedo de dormir solo en tu cuarto. Idea tan desfavorable de su personalidad exasperaba al joven. Sentía crecer dentro la bravura; pero le faltaban palabras. ¿Dónde demonios estaban aquellas condenadas palabras que no se le ocurrían en trance semejante?

El bufón se detuvo fatigado. Dorotea temblaba. Oye... oye aún... continuó el bufón . Durante los primeros años de tu vida, te amé como á propio... más que como á propio... yo lo empleaba todo en ti... el oro que había robado... mi soldada... eras una pequeña dama... estabas mejor vestida, tenías más juguetes y más ricos que las hijas de gente noble y poderosa que se criaban en el convento... yo enloquecía por ti... porque eras para más que mi amor: eras el recuerdo de un horrible crimen... yo veía sobre tu pura y hermosa frente de ángel una mancha roja...

Y para poner más a prueba la vehemencia y la firmeza del amor de Juanita, añadió luego: Es inverosímil que , si don Andrés, como parece evidente, está enamoradísimo de ti, le desdeñes y me prefieras y me ames ahora, cuando antes, que no tenías a don Andrés, era a a quien despreciabas.

Y alardeando de apasionada y ofendida, se levantó con el pelo suelto yendo a ponerse de media anqueta en un brazo de la butaca donde él estaba, diciendo: Anda pichón, dime todo lo que has hecho, y si mientes... te ahogo. Pues, mira: ayer me levanté a las doce, almorcé, y a las dos me tenías en el Consejo magno de ferrocarriles Hispánicos. ¿Y qué pito tocas allí?

Si te nombro al que sin duda alguna urdió toda la intriga, te vas á estremecer de horror ante una acción tan baja y tan cobarde de un ser con el que tenías derecho á contar, que no ignoraba nada de tus pensamientos ni de tus acciones y que estaba seguro de perderte, por lo mismo que habías confiado completamente en él.

Muchas noches, Gabriel, al revolverse en su lecho sin poder dormir, tosiendo y bañado en frío sudor el pecho y la cabeza, oía en el cuarto inmediato los quejidos de su sobrina, tímidos, sofocados, para que en la casa no se enterasen de sus dolores. ¿Qué tenías anoche? preguntaba Gabriel a la mañana siguiente . ¿De qué te quejabas?

No he sido la única culpable, pero si sola para sufrir la expiación. ¿Tenías cómplices? Uno solo. ¿Sorege? . ¡El miserable! ¿Y por qué quiso perderme? Porque me amaba. Jacobo se quedó inmóvil, silencioso, respirando apenas, tan oprimido estaba por la angustia de aquel momento solemne. Por fin preguntó: ¿Pero , por qué te prestaste á su infamia? ¿Por qué contribuíste á perderme?

Pero eras mozo y tenías mucho tiempo y mucha tierra por delante; yo viejo y con muy pocas fantasías en la cabeza, y no sobrado de calor en la masa de la sangre; los muchos años hicieron al cabo una de las suyas, y ayer mañana, como quien dice, una pizca de nada, un sorbo de leche más de los acostumbrados, el aire de una puerta, el aletazo de un mosquito, me acaldó en la cama.

»Pero no tuve más remedio que prepararle todo para que escribiera. Desgraciadamente no me había engañado en mis presunciones: estaba tan débil que a pesar de sostenerla yo la acometió el vértigo y cayéndosele la pluma de la mano se desplomó de nuevo sobre la almohada. »Reposó un momento, y luego me dijo, con voz débil: » Tenías razón, Amaury: yo no puedo escribir. Hazlo , que yo te dictaré.

Vistieron á la muerta, la adornaron y la tiñeron el cabello antes de desfigurarle la cabeza á balazos. Querían, seguramente, perderte, pero no querían menos salvarse. Cesa de dudar la evidencia. Todo es seguro ya. ¿No fueron á retirar las alhajas del Monte de Piedad el mismo día del crimen? no pudiste hacerlo puesto que no tenías la suma necesaria y habías enviado á Lea la papeleta.

Palabra del Dia

aprietes

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