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Actualizado: 24 de julio de 2025


De allí le ha sacado Malambruno con sus artes, y le tiene en su poder, y se sirve dél en sus viajes, que los hace por momentos, por diversas partes del mundo, y hoy está aquí y mañana en Francia y otro día en Potosí; y es lo bueno que el tal caballo ni come, ni duerme ni gasta herraduras, y lleva un portante por los aires, sin tener alas, que el que lleva encima puede llevar una taza llena de agua en la mano sin que se le derrame gota, según camina llano y reposado; por lo cual la linda Magalona se holgaba mucho de andar caballera en él.

Al ver a nuestro joven dejó la taza sobre el velador que tenía delante y echándose hacia atrás en la butaca, exclamó con acento dolorido: ¡Ay, querido, en qué mal hora llegas! Pues ¿qué pasa? ¡Que me muero, Ricardo, que me muero! ¿Se siente usted peor? , hijo mío, , me siento muy mal: no es posible decir lo mal que me siento. Si no me muero hoy, no me muero nunca.

Pero Nélida no se dignó responder, y bebiendo el resto de su taza púsose de pie, encendiendo otro cigarrillo. El grupo de fieles se levantó tras ella. Iban a pasear por la cubierta hasta la hora del baile. Salieron en tropel, y el hermano quiso reunirse con su madre, pero ésta se indignó: Anda vos con Nélida, grandísimo zonzo. ¿A qué venís acá?... No la perdás de vista.

Sin decir una palabra, Ester apuró la taza, y obedeciendo á una señal de aquel hombre de ciencia, se sentó en la cama en que dormía la niñita, mientras él, tomando la única silla que había en la habitación, se sentó á su lado.

Se figuraba la tienda vacía, los anaqueles desiertos, mostrando su fondo de color de chocolate, como nichos preparados para sus muertos.... Y veía el hogar frío, sin una chispa entre la ceniza.... ¡Quién pudiera enviarle a aquel pobre viejo la taza de por que suspiraba en su extravío; o caldo caliente... algo de lo que sirve a los enfermos y a los ancianos en sus desfallecimientos!

Tónica así la llamaban sus parroquianas comía en casa de éstas, cosía once horas, cuando no tenía que salir para comprar tela, hilo o botones, y por la noche regresaba a su habitación de la calle de Gracia, un piso tercero de una casa vieja y pequeña, que las dos mujeres tenían como «taza de plata», según expresión de las vecinas.

¡Vamos, vamos, tomad una taza de y retened vuestra lengua, os ruego! dijo la alegre señora Kimble, sintiendo cierto orgullo de tener un marido que la reunión debía considerar como de los más hábiles y divertidos. ¡Lástima que fuera tan irritable cuando jugaba a la baraja!

Maxi pudo apoderarse de un cuchillo, y fue hacia su tía, diciendo que la quería liberar. Gracias a que estaba allí el Sr. Torquemada, no fue difícil desarmarle; pero el susto no había quien se lo quitara a doña Lupe, que tuvo que tomarse una taza de tila.

Se quitaban la boina para sacudirla el agua, dejaban en el suelo el barro de sus zapatones claveteados, y sorbiéndose una taza de café con toques de aguardiente, discutían con la tabernera la comida que había de prepararles para las once, cuando emprendiesen el regreso al pueblo.

Pensé al principio que me equivocaba... después procuré disimular mis manos coloradas, luego tuve un acceso de tos... Me traté de animal, de fatuo, pensé en marcharme, y, por último, me puse a contemplar fijamente, todo aturullado, el fondo de mi taza... ¡como una jovencita!

Palabra del Dia

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