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Actualizado: 12 de octubre de 2025
Como por casualidad había descubierto un banco en el terraplén, no en el sitio en que ella se encontraba cuando Mauricio pasó por el camino, allí estaba demasiado en evidencia, sino al extremo de la tapia y detrás de un vallado.
La puerta del jardín está ya cerrada y guardada por ellos. A este lado del cenador, junto a la tapia, hallará una escalera, puesta allí para salvarlo... ¿Y usted? Yo representaré mi papel. Si el Duque descubre lo que estoy haciendo, no volverá usted a verme nunca. De lo contrario, quizás yo... Pero no importa. Parta usted. ¿Y qué le dirá usted? Que usted no acudió a la cita. Que sospechó el lazo.
De su mérito, como del de otros autores jóvenes, en no escaso número, de su tiempo, como D. José de Castro y Orozco, D. Eugenio de Tapia, D. Carlos Doncel, D. Tomás Rodríguez Rubí, D. José García de Villalta, D. Mariano Roca de Togores, D. Miguel Agustín Príncipe, D. Isidoro Gil, D. Ramón Navarrete y otros muchos, la posteridad más ilustrada é imparcial pronunciará su fallo definitivo, limitándonos nosotros ahora á mencionarlos, para que, juntamente con lo antes expuesto, se forme una idea aproximada de los muchos y valiosos poetas jóvenes que se consagran en España á la musa dramática.
Lo de saltar la tapia ofreció algunas dificultades; pero una noche, por la parte de fuera en la solitaria calleja de Traslacerca, el Tenorio preparó removiendo piedras y quitando cal, dos o tres estribos muy disimulados en el muro, hacia la esquina; hizo también con disimulo fingidas grietas o resquicios que le permitieron apoyarse y ayudar la ascensión, y quedó así vencido el principal obstáculo.
Emprendieron la retirada, marchando directamente en busca de la tapia. Isidro, al saltarla con la ayuda de sus compañeros, volvió a verse en el campo yermo y negro matizado de luces a lo lejos. Creyó otra vez que había soñado, que los árboles rumorosos y el fantástico jardín sólo habían existido en su imaginación.
Soy modesto y no me gustan los privilegios. Posees uno, sin embargo, y bastante raro; el de olvidar las injurias ... cuando te lo exige tu interés. ¡Humildad cristiana! Pues yo te he conocido menos paciente. Se calma uno cuando envejece. Y, sin embargo, te he jugado muy malas partidas. Eres la única que las recuerda; yo las he olvidado. ¿Y la tapia que he construído delante de tu jardín?
Le nombro a Nuestro Divino Redentor y a María Santísima del Carmen, y como si tal cosa... Sorda como una tapia. Pero le nombro al señorete, y ya la tiene usted tan avispada, queriendo vivir, y sin duda con intenciones de pecar. ¡Ah!, cualquier día se salva esta... Me parece que sube ya la tía. Se ha puesto muy mala, pero muy mala».
Cerrando, pues, la puerta de la alcoba, la que había a la mitad del pasillo, y la que ponía en comunicación al boudoir con los dos salones de la entrada, quedaba el resto de las habitaciones de Currita aislado por completo y en comunicación directa con la calle: a ella daba salida una puertecita, abierta en la tapia del jardín a espaldas del palacio, detrás de un pequeño invernadero.
En vez de rebelarse contra la injusticia que se le había hecho, en vez de tratar de convencer a sus paisanos de su inocencia, lo que no le hubiera costado gran trabajo, porque todos estimaban su carácter y conocían su valor, lleno de vergüenza, como si realmente fuese criminal, huyó las miradas de la gente, se retrajo a su casa, y solo paseaba por la huerta que detrás de ella se extendía, cercada de alta y deteriorada tapia.
Lo sacaron detrás de una tapia, y le dispararon los tiros de muerte a la cabeza. Cayó vivo, revuelto en la sangre, y en el suelo lo acabaron de matar. Le cortaron la cabeza y la colgaron en una jaula, en la Alhóndiga misma de Granaditas, donde tuvo su gobierno. Enterraron los cadáveres descabezados. Pero México es libre.
Palabra del Dia
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