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Actualizado: 12 de octubre de 2025
La siguió el nuevo cura de Ulloa y la vio posarse en un mezquino mausoleo, arrinconado entre la esquina de la tapia y el ángulo entrante que formaba la pared de la iglesia.
Eso que ahora es una tapia regular con puerta enrejada, fue en años témporas, como dicen los poencos de tu Serranía, ¡oh, gitana! casi muralla de sitio con su portón correspondiente; como fue patio con horno y pozo que aún se conserva, según podéis ver, y no sé cuántas accesorias, esto que a la presente es jardín.
El caballo pace la yerba lozana y olorosa que crece en el rocío de la tapia. El Caballero vuelve a montar y emprende el camino de su casa. Don Juan Manuel Montenegro, llama con grandes voces ante el portón de su casa. Ladran los perros atados en el huerto, bajo la parra.
Á la base de la torre se adhiere una pobre tapia, que coronan descollantes los pámpanos de una parra, y en ella, por una puerta estrecha, mezquina y baja, á un pequeño huertecillo, bello y frondoso, se pasa.
Habiendo sabido después cuán piadosa erais y cuán alejada de todas las vanidades y pasiones del siglo, determinó, sin embargo, seduciros, o robaros a viva fuerza. Para eso, cierta mañana, hizome llevar una litera junto a vuestra casa, mientras él se dirigía a saltar la tapia del huerto... Yo le vi volver, a la hora, con otro semblante.
Algunos tenían sangre en el rostro y en las manos. Los fué reconociendo uno por uno mientras los alineaban junto á una tapia, á veinte pasos del piquete: el alcalde, el cura, el guardia forestal, algunos vecinos ricos cuyas casas había visto arder. Iban á fusilarlos... Para evitarle toda duda, el teniente continuó sus explicaciones. He querido que vea usted esto. Conviene aprender.
Pues que quise que no, aquí me metieron... Ya me habían metido antes; pero no estuve más que una semana, porque me escapé subiéndome por la tapia de la huerta como los gatos». Esta historia, contada con tan aterradora sinceridad, impresionó mucho a la otra filomena.
Fue, con la prisa que pudo, a buscar la capa, y bien embozado volvió a su puesto de centinela en el cenador, desde el cual veía el perfil de la tapia, destacándose borrosa en el cielo negro; y vería también el balcón del tocador si se abría para dar paso a don Álvaro.
Habían sido grandes amigos en otro tiempo; sus casas, aunque situadas en distinta calle, lindaban por los corrales, separados únicamente por una tapia baja.
Sobre uno de los lienzos de la tapia se alzaban los palos de los barcos del muelle, que con sus numerosos cables, enlazándose y cruzándose en todos sentidos, semejaban de lejos arañas monstruosas. Una gran puerta enrejada de hierro ponía en comunicación a la huerta con el muelle.
Palabra del Dia
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