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En cuanto supo que América peleaba para hacerse libre, vino a América: ¿qué le importaba perder su carrera, si iba a cumplir con su deber?: llegó a Buenos Aires: no dijo discursos: levantó un escuadrón de caballería: en San Lorenzo fue su primera batalla: sable en mano se fue San Martín detrás de los españoles, que venían muy seguros, tocando el tambor, y se quedaron sin tambor, sin cañones y sin bandera.

Ni es del hombre la senda ó el destino El reposo, el dolor ni la alegria, Sino la accion, para que cada dia Avance una jornada en su camino. Que la ciencia es muy larga, el tiempo estrecho, Y el corazon mas varonil y fuerte, Bate el fúnebre paso de la muerte Cual velado tambor dentro del pecho. En el vivac del mundo, alza tu escudo! En el campo de accion, arma tu diestra!

No se dio por convencido el caballero pobre, y guardando cuidadosamente la cartulina, se abrochó su gabán y trató de ponerse en pie; operación complicadísima que no pudo realizar, por la extraordinaria flojedad de sus piernas, no más gruesas que palillos de tambor.

El domador iba a seguir, pero viendo que el efecto de curiosidad en el público estaba conseguido y que la multitud pretendía pasar sin tardanza al interior del circo, gritó: La entrada no cuesta más que un real. ¡Adelante, señores! ¡Adelante! Y volvió a atacar con el cuerno de caza un aire marcial, mientras el viejo ayudante redoblaba en el tambor.

Durante un minuto dominaba sola, como un himno divino, una voz de tenor ó de soprano; luego otra de contra-alto, de mezzo-soprano, de barítono, de bajo profundísimo, ó la explosion de un coro de millares de acentos. Ya se sentia la vibracion clarísima de la cuerda ó de la flauta; ya la del clarin, de la corneta-piston, del tambor ó del estrombon.

Dieron los hombres la última mano al circo, y el domingo, en el momento en que la gente salía de vísperas, se presentó el domador seguido del viejo en la plaza de Urbia, delante de la iglesia. Ante el pueblo congregado, el domador comenzó a soplar en un cuerno de caza y su ayudante redobló en el tambor.

Parecían aclamaciones a la patria, vivas contestados con hurras. Después dio media vuelta y marchó delante. Era esa caricatura militar de antaño que se llamaba tambor mayor. El viento le despeinaba las plumas, y al arrastrar las alas y dar el estornudo era el puro emblema de la vanidad. No le faltaban más que las cruces, la palabra y la edad provecta para ser quien yo me .

El cual, aquella misma mañana en el pozo lleno de yerba, antes en el patio de la iglesia, por las callejas, cuando venían detrás del tambor y de la gaita, en el bosque, después en el carro de Pepe, donde venían juntos, casi sentada ella encima de él, sin poder remediarlo, más tarde en el salón, en todas partes y en todo el día le había estado dejando ver que la adoraba, «pero no se lo había dicho, por respeto... a fuerza de quererla tanto».

En cuyo dia pasaron á bordo Mr. Clayton con 25 marineros y oficiales, el teniente de marina Olive, un sargento, un caporal ó cabo de escuadra, un tambor y 25 personas particulares. El dia anterior entró en la bahía un navio grande, que venia de la isla de Rhode, en la Nueva Inglaterra, para la pesca de ballenas.

Pistolete, sin dejar sosegar los palillos, ha decidido regresar... Oyesele bajar por el bosque, siempre tocando... Y yo, tumbado sobre la hierba, enfermo de nostalgia, al oír el ruido del tambor que se aleja, creo ver desfilar entre los pinos a todo mi París... ¡Ah, París!... ¡París!... ¡París siempre!