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Por las naves avanzaban, contoneándose con ligeros saltitos, los niños vestidos de ángeles: unos ángeles a la Pompadour, con casaca de brocado, zapatos de tacón rojo, chorrera de blondas alas de latón colgadas de los omoplatos y una mitra con plumas sobre la peluca blanca. La Primada sacaba para la fiesta su vestuario tradicional.

Yo expondré mi doctrina; que exponga Juan Pablo la suya, y veremos quién se lleva tras a la señora humanidad. Diciendo esto giró sobre un tacón, y rápidamente salió, marchándose a su cuarto. Su mujer fue tras él muy afligida. Maxi se sentó en la mesilla en que tenía algunos libros y recado de escribir.

Una zagalona tenía en la cabeza toquilla roja con agujeros, o con orificios, como diría Aparisi; otra, toquilla blanca, y otra estaba con las greñas al aire. Esta llevaba zapatillas de orillo, y aquella botitas finas de caña blanca, pero ajadas ya y con el tacón torcido. Los chicos eran de diversos tipos.

Esta a su vez sintió que renacía la chiquilla callejera de antaño, y bajándose prontamente, alzó del suelo una botita y estampó el tacón de plano en la inflamada mejilla que vio próxima a las suyas: y con tanto brío menudeó los golpes, que a uno que le alcanzó entre los ojos, el bárbaro galán hubo de exhalar imprecaciones sofocadas, retrocediendo y dejando el campo libre.

Hombre, hombre... objetó el señor Novillo, que era muy vidrioso en su patriotismo, y como apoderado local del cacique y cacique él mismo de aldea, consideraba que menoscabar el buen nombre de la patria equivalía a reprobarle encubiertamente su posición política ; eso que usted dice no debe importarnos un rábano. ¿Que no hemos descubierto una punta o un tacón?

Allí había de todo, reducido a nada; piezas de hierro con empleo desconocido, botones sin asa, escarpias sin punta, hebillas sin pincho, una regadera abollada, media petaca, un muelle de reloj, puchos recortes de trapo, dos carretes sin hilo y una zapatilla grande, vieja, de raso azul bordada de oro y con tacón Luis xv. ¿Y la otra? preguntó ella. No ha pareció; pero ¡mira!

El duque de Lerma no contestó una sola palabra; únicamente hirió una y otra vez con un movimiento nervioso la alfombra, con el tacón de su zapato. Casásteisla entonces con vuestro sobrino; vendísteis á vuestra hija... Era una alianza conveniente... Pudo conveniros á vos, no á ella.

En la primera se dice así: «No creo en hechicerías, Que todas son vanidades: Quien concierta voluntades Son méritos y porfías.» Y en la última se lee la siguiente: «Pues, Tacón, así son toda; Y no que tengan te asombres Con los necios opinión, Porque las brujas lo son Porque son tontos los hombresJovellanos, Memorias sobre las diversiones públicas, pág. 36.

Olvidarla... Siendo lo que hubiera deseado, era precisamente lo que no podía hacer. Y es extraordinario cómo su cuerpo, desde el más invisible cabello de su cabeza al tacón de sus zapatos, era un vivo deseo, y cómo al cruzar el hall para ir adentro, cada golpe de su falda contra el charol iba arrastrando mi alma como un papel.

Parecía registrar la casa; se asomaba a las fétidas alcobas, daba vueltas sobre un tacón, palpaba las paredes, miraba debajo de las sillas, revolviendo los ojos con fiereza y haciendo unos aspavientos que harían reír grandemente si la compasión no lo impidiera. La vecindad, que se divertía mucho con el dengue del buen ido, empezó a congregarse en el corredor.