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Actualizado: 7 de junio de 2025


¡Bravo! ¡Bravo! gritó a coro su estado mayor. ¡Ya, ya! gruñó por cuarta vez el tabernero, sacando una mano del bolsillo para rascarse el cogote sin quitarse el sombrero. ¡Esto es hablar como un libro, don Jeromo! exclamó Lépero . ¡Que vaya este hombre a las Cortes; que vayan muchos como él, y España se pone camisa limpia! ¡Ya, ya!... Pero... murmuró Cuarterola.

Sorprenderá, deslumbrará el artículo, como la dije a usted antes; pero la luz se habrá visto, y las gentes vendrán a ella, como pájaros bobos... No lo dude usted. Más valdrá así dijo el tabernero bajando la mano y apoyando el codo sobre la cómoda . ¿Y qué más, hijo?

Entre todos los paisanos que frecuentaban la taberna era el único que sabía desprenderse de la apretura de sus silogismos y se escapaba de vez en cuando sin pagar. Tales cualidades le habían hecho digno de respeto para nuestro tabernero. Fijóse la boda para la primavera y Quino en virtud de esto frecuentaba la casa con toda confianza y aparentaba ser en ella ya un copartícipe de las ganancias.

No hay, pues, título de propiedad que valga, si falta la fe de bautismo, el fiat del tabernero más próximo, LA ROBLA , para decirlo de una vez. El origen de esta ceremonia no consta en las crónicas montañesas, porque se pierde en la antigüedad de la afición de los montañeses al acre mosto riojano .

En realidad ¿por qué una taberna no ha de ser capaz de crédito, crédito en que está cifrada la fortuna de una ó más familias? ¿Por qué un tabernero no ha de llamarse sucesor de otro que alcanzó fama, fama justificada por su diligencia y probidad?

Entró en ella, y á los pocos pasos vió una puerta, á cuyos lados había pintados racimos alegóricos y unas botellas que indicaban muy claro que aquello era taberna. "Aquí es", dijo, y se acercó. La puerta estaba abierta, y dentro había dos mujeres y un hombre. Preguntó si vivía allí un tal Pascual, tabernero, casado con una tal Pascuala. Aquí no hay nengún Pascual dijo una de las mujeres.

Quedábase el tabernero entre barreras durante la corrida, animando al espada con su presencia y con los ademanes de un grueso garrote que no le abandonaba nunca. Cuando el muchacho descansaba junto a la valla, veía aparecer como un fantasma de terror la cara mofletuda y roja de su padre y la cabeza del grueso palo.

Busco al constable... y al juez... y al squire Cass... y al señor Crackenthorp. Sujetadlo, Jacobo Rodney prosiguió el tabernero, en quien se disipaba la idea del fantasma . Me parece que ha perdido la cabeza; está empapado hasta los huesos. Jacobo Rodney, sentado muy cerca de la entrada de la pieza, estaba al alcance del sitio en que Marner seguía de pie; pero negó sus servicios.

Al parecer se gastó en ellas el único dinero que había en casa, porque me acuerdo bien que un martes á la hora en que yo solía ir al monte con la comida, me dijo mi madre: «No tengo que mandar á tu padre; el tabernero no quiso fiarme el pan ni darme un poco de manteca para componer las patatas. Díle que si tiene algunos cuartos te los .

Hace cuarenta y ocho horas que estoy pagando y yendo y viniendo dijo Montiño sacando la bolsa con ese trabajo peculiar á los miserables, y escurriendo de ella un escudo. ¡Hola, tabernero, cobráos! Falta aquí; se han comido vuestras mercedes tres libras de carne dijo el tabernero. Y aunque eso sea, ¿á cómo va la carne en el mercado? Falta, señor, falta...

Palabra del Dia

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