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Actualizado: 7 de junio de 2025
Una nube de parásitos, aficionados sin profesión, toreros obscuros que no guardaban de su pasado otro recuerdo que la coleta, agitábase en torno del tabernero, bebiendo gratuitamente y solicitando pequeños préstamos a cambio de sus consejos.
¡Hola, maese Retinto! gritó Simón al ver la nariz amoratada del tabernero. ¿Qué harás con tu vinagre y tu cerveza aguada, ahora que nos vamos nosotros? Pues voy á descansar, porque tú y tus compañeros os habéis bebido hasta la última gota de cuanto tenía en casa, excepto el agua. ¡Tus toneles estarán enjutos, pero tu escarcela repleta, truhán! exclamó otro arquero.
Un día pasó un muchacho por delante de nuestra puerta con la cara ensangrentada y nos dijo que tú le habías golpeado. Mi padre se incomodó mucho... ¿Era un hijo del tío Pepe, de la casa de abajo? Me parece que sí. Pues le pegué porque estaba pinchando con un alfiler á una niña de menos edad que él, hija de Telesforo el tabernero.
Ella recordaba muy bien el nombre de la calle donde vivía el tabernero con quien la criada se había casado. Sabía que la taberna estaba en la calle del Humilladero; pero ¿cómo iba á la tal calle? Resolvió preguntar á algún transeúnte, y si daba con la casa, allí pasaría la noche, aplazando todo lo demás para el siguiente día. Segura estaba de que Pascuala la recibiría con los brazos abiertos.
Cada cincuenta pasos deteníase la sagrada plataforma. No había prisa; la jornada era larga. En muchas casas exigían que se detuviese la Virgen para verla con detención. Todo tabernero pedía igualmente un descanso a la puerta del establecimiento, alegando sus derechos de vecino del barrio. Un hombre atravesaba la calle dirigiéndose a los encapuchados de los bastones que iban ante el «paso».
Sin embargo, ¿os contuvisteis a pesar de todo?, señor Macey, ¿no es cierto? dijo el tabernero. Sí, me contuve por completo, hasta que me encontré solo con el señor Drumlow. Entonces se lo dije todo, respetuosamente, sin embargo, como siempre. El pastor tomó la cosa ligeramente, y dijo: «¡Bah! ¡bah!
Entonces el tabernero, apoyando las pesadas manos rojas en los brazos del sillón, se levantó resoplando como un becerro y fue a colocarse delante del cartelón, con los brazos cruzados sobre su enorme grupa.
Su mirada se fija en la percha que hay en el muro; sonríe completamente tranquilo: Juan ha dejado su gorra... afuera está lloviendo... el viento es fresco... volverá. Después, Martín llama al tabernero; hace llevar su caballo a la cuadra y manda preparar para su hermano un grog caliente y una cama: «porque, dice con una sonrisa, volverá...»
Pero el tabernero, cada vez más colérico, exclamó: ¡He dicho que bailará esta noche, y ha de bailar con los santos óleos puestos!... ¿No quieres tocar?... Pues tocaré yo. Y arrebatando á Paca la guitarra, comenzó á rasguearla diciendo imperiosamente: Á empezar. Soledad avanzó hasta el medio del cuarto y dió comienzo al baile. Estaba pálida.
Es usted un amigo a quien aprecio muchos años hace, y esto nos basta al señor don Simón y a mí para prestarle de buena gana este ligerísimo servicio. Conque traiga usted papel y tintero, que vamos a escribir una carta, que puede ser la fortuna de usted. Como nada perdía en ello el tabernero, movióse perezosamente para complacer a don Celso.
Palabra del Dia
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