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Actualizado: 7 de junio de 2025
Pero lo que ésta no sabía, ni sospechar pudo el mismo estudiante, fué que, habiéndose éste sentido con sed y decidido á echar medio en sangría en la taberna del lugar, que halló al paso, huyendo de la máxima de su padre de que «el agua cría ranas», lo primero con que tropezó, antes que con el tabernero, fué el mayorazgo, el cual, al guiparle, le enjaretó un «amice, ¿quo modo vales?» que quitó al estudiante hasta la sed.
Pero... qué, ¡hombre de Dios! ¿Acabará usted de romper a hablar? le dijo Lépero ya exasperado. Vamos a ver qué tiene que objetar el bueno de don Jeromo añadió don Simón afablemente. Pues digo repuso el tabernero perezosamente y con voz aguardentosa que todo lo que usted dice está muy bien dicho... En tal caso...
Las tardes lluviosas las pasaba sentado en el escaño de la cocina charlando con la familia, interesándose por las intrigas de la aldea, tan complicadas o más que las de la corte, y dando su parecer acerca de ellas con toda seriedad. D. Félix había prestado 14.000 reales a Juan el tabernero.
Al cabo de algunos días, y después de curarse la herida de la cabeza, determinó dejar la casa de su hermano y trasladarse al pueblo, donde el tabernero se acomodó a mantenerle, lo mismo que a su otro huésped, el excusador de la parroquia, por un módico estipendio. Varias razones tenía para cambiar de domicilio.
Después, y mientras hablábamos con el tabernero, Neluco, que los tenía enfrente, me dio con el codo y me advirtió con la mirada que reparara en ellos.
El espada, por una casualidad, mató medianamente dos novillos, y el público, que en su mayor parte había entrado gratis, aplaudió al niño del tabernero. A la salida apareció el padre capitaneando una ruidosa tropa de golfos. Acababa de recoger a todos los que vagaban por los alrededores de la plaza y a los que se habían colado en ella aprovechando la falta de vigilancia en las puertas.
Empezaron el viernes al anochecer, y aún estaban los tres en sus silletas de cuerda el domingo por la tarde, jugando la centésima partida de truque, con el jarro de aguardiente sobre la mesilla de cinc, dejando sólo las cartas para tragarse las sabrosas morcillas que daban gran fama al tabernero Copa por lo bien que sabía conservarlas en aceite.
Me tiene a mí, que llevo gastado un porción de dinero por darle carrera, pero necesita un padrino si ha de ir adelante, y nadie mejor que usted. ¡Si usted quisiera dirigir una novillada en la que matase el chico!... Iría la mar de gente: yo correría con todos los gastos. Esta facilidad para «correr con los gastos», ayudando al chico en su carrera, había ocasionado grandes pérdidas al tabernero.
Yo creí naturalmente, á mi me pareció que era naturalmente; creí, repito, que se trataba de algun personaje famoso en materia de ciencias ó artes, y tenia cierta curiosidad por adquirir noticias acerca del personaje que yo me fraguaba. Jeannin es lo que nosotros llamamos un tabernero.
Se pensará, señor don Jeromo, se pensará dijo don Celso cortando aquel diálogo, con el cual se iba amoscando algo el inexperto don Simón, y con el fin de no desahuciar por completo al tabernero. Pues aquí estoy siempre a sus órdenes concluyó éste , con la condición que he dicho. Si conviene, bueno; y si no, tan amigos como siempre.
Palabra del Dia
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