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Actualizado: 7 de junio de 2025


La circunstancia de habérsele antojado á Velázquez tomar un establecimiento de bebidas, y, mejor que esto aún, su arrogante tranquilidad, la ausencia completa de celos que mostraba, dejábale expedito el camino para menudear las visitas. Hay más, el tabernero le acogía con mayor afecto y cortesía que nunca y le había presentado en la reunión que todas las noches se formaba en uno de los cuartos.

Cuando los granujas trasegaron á sus estómagos, en dos sorbos, las pócimas infames que les sirvió el tabernero, pagó Pipa el gasto con la media peseta, más un cuarto que sacó de un pliegue de su mugriento gorro, y salieron todos á la calle.

Lord Gray se apartó con hastío de aquella gente, y entramos en un cuarto, donde el tabernero recibía tan sólo a cierta clase de personas, y la mesa junto a la cual nos sentamos viose al punto cubierta del rico tributo de aquellas viñas costaneras, que no tuvieron ni tienen igual en el mundo.

Dios era la Suma Bondad y cuidaba de todos, particularmente de los villavejanos, entre los cuales no arraigarían nunca las malas ideas... Últimamente había caído allí una semillita de cizaña... cosa de nada; pero que, como todo lo malo, fructificaría si no se exterminaba a tiempo: el hijo de un tabernero mal aconsejado; un chilindrín presuntuoso, un tal Maravillas, que con el polvo de las aulas, o de los garitos, en la ropa, se había echado a predicar entre la gente menuda unas doctrinas endemoniadas, que corrían el peligro de tomar algún arraigo, por lo mismo que no eran entendidas ni del predicador ni de los oyentes.

Que tenéis que ser esta tarde estrella. Me nublo. El autor de la compañía os obligará. No puede. Estáis anunciada, y el corregidor os meterá en la cárcel. Si me encuentra. ¡Ah! ¡os perdéis! Me he perdido ya. ¡Mirad no perdáis á alguien! Una vez perdida yo, que se pierda el universo. Traigo un azumbre dijo el tabernero poniendo sobre la mesa un enorme jarro vidriado y dos vasos.

Colocada esta última pieza, ¿no ve usted cómo van formando las tres seguidas un solo cuerpo con una misma intención, bien manifiesta y clara? El tabernero confesó, bien a su pesar, que no lo veía tan manifiesto y claro como su hijo afirmaba: vamos, que no caía en la malicia.

CHUPIN. ¡...! Cuando me fuí de aquí, cogí a dos compañeros míos, el tabernero de la esquina y un chauffeur de taxi, y los tres nos hemos ido a reconocerte a la alcaldía del décimo distrito. ¡Aquí tienes la copia de tu partida de nacimiento...! ¡Está en regla...! ¡Ahora debes respetarme...!

Era un tabernero de las Ventas, gallego, de recia musculatura, corto de pescuezo y rubicundo de color, que había hecho una pequeña fortuna en su tienda, donde bailaban los domingos criadas y soldados. No tenía mas que un hijo, y este muchacho, pequeño de cuerpo y de contextura débil, estaba destinado por su padre a ser una de las grandes figuras de la tauromaquia.

El general dio orden al tabernero de que nos hiciese conducir con las debidas precauciones al colegio tan pronto como cesase el fuego. Al día siguiente supe que la revolución había triunfado.

El tabernero, gran entusiasta de Gallardo y de todos los espadas de fama, lo había decidido así. El chico vale decía . Ya sabe usted, señor Juan, que yo entiendo algo de estas cosas.

Palabra del Dia

rigoleto

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