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Actualizado: 7 de junio de 2025
Justo, para dejarle a usted en blanco, después de haberlos servido... ¡Si anda ahora una pillería!... concluyó Lépero, fingiendo cierta indignación, como si quisiera conmover al tabernero. Y ¿qué pleito es ése? preguntó don Simón.
Que el diablo me lleve si no ha engordado este bribón de pocos meses á esta parte dijo el paisano. ¿Cómo no apuntó un minero si todo lo que sudamos pasa al cajón de su mostrador? ¿No habéis reparado que cuanto más gana este ladrón peor vino nos da? De eso debéis estar agradecidos respondió el tabernero.
Durante cuatro días permanecí metido en un entresuelo de techo bajo, sin poder asomarme á las ventanas que daban á la calle, por ser ésta de gran tránsito y andar la policía y la Guardia civil buscándome en la ciudad y sus alrededores. Obligado á permanecer en una habitación interior, completamente solo, leí todos los libros que poseía el tabernero, los cuales no eran muchos ni dignos de interés.
¡Vamos! ¡vamos! dijo el tabernero , dejad a esa vaca tranquila. Los dos tenéis razón y los dos estáis equivocados, esto es lo que sostengo siempre. Y en cuanto a que la vaca fuera del señor Lammeter, no digo nada; pero lo que sostengo, y que es preciso se recuerde, es que el Arco Iris es el Arco Iris.
Capaces eran de no consentir la salida del periódico. Verdaderamente contestó el tabernero, electrizado con aquel pensar, aquel decir y aquel mirar de su hijo , que no son quién para lo que tú sabes, esos muchachuelos ignorantes y desaplicados... ¿Y de veras crees tú que esos escritos meterán bulla?... No haga el diablo que te traigan algún disgusto...
Y de todo esto, ¿cuál es lo tuyo, hijo? le preguntó el tabernero su padre, que presenciaba, por no atreverse a cosa mayor, las operaciones de deshacer el fardo y contar ejemplares para separar los correspondientes a cada lista de las tres desplegadas sobre la mesa.
¡Fuego de Dios! exclamó Quevedo. Idos dijo con impaciencia Dorotea. El tabernero se encaminó á la puerta. Volved lo de afuera adentro dijo Quevedo. El tabernero le comprendió, puesto que quitó la llave del lado de afuera y la puso por el lado de adentro. Quevedo se levantó y echó la llave.
¿Y los otros? pregunté a Neluco en cuanto dio fin a su relato . ¿Qué ha sido de ellos? ¿De quiénes? preguntóme él a su vez. De los dueños de la casa respondí ; mejor dicho de los ex-dueños, de los dos perdularios que se la vendieron al tabernero por un pellejo de vino. Pues de esos ilustres vástagos de los Gómez de Pomar no sé nada cierto a la hora presente.
El tabernero contestó afirmativamente con una cabezada, sin apartar la mano de la oreja, y añadió a la contestación otro ademán y otro gesto que querían decir: «adelante».
Y ahora, mírale: cualquier tabernero tiene mejor alojamiento después de muerto... Era un poeta, un soñador; y los poetas, no sé por qué, tienen mala sombra en la política... Yo no creo en él; pero le compadezco y le defiendo por espíritu de cuerpo. Este olvido nos consuela a los que trabajamos sin esperanza en la tienda de enfrente, que es la de los pobres, la del populacho.
Palabra del Dia
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