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Actualizado: 29 de mayo de 2025
Por poco que esté conmovido, sus ayes y hondos suspiros contrastan con el silencio de la monótona playa. Parece como que se abstrae para oir las amenazas del que ayer le halagaba con acariciadora ola. ¿Qué va á decirle dentro de poco? No quiero preverlo siquiera.
Allí, entre los mil objetos y personas que cruzaban en todas direcciones, observó que, á semejanza de los aviones que en las calurosas tardes de verano revoloteaban incansables alrededor del campanario de su lugar, discurrían por una y otra acera, pasaban, volvían á pasar, y siempre las mismas, aunque en incalculable número, mujeres de incisiva y elocuente mirada, beldades de esbelto talle y desenvuelta marcha; mujeres que, sin saber por qué, le arrancaban del pecho hondos suspiros.
Y señalando con su mano flaca, cubierta de guante canelo, una luz que a cierta distancia se veía, como farolillo de taberna o café, dijo entre suspiros: En donde está aquella luz se reúnen sus amigotes de usted.... Caballero, si me permite usted que le dirija un ruego, le diré que por nada del mundo sea usted masón.
Me ha declarado, con mucho misterio, que don Alonso Blázquez tiene resuelto entrar de religioso tan pronto case a la hija, e que su hermano el mayorazgo le pasea la calle a la señora Beatriz, entrada la noche, e que hace menos de una hora ha recibido un papel que no puede ser sino della, dándole una cita para hoy; pues a través de una antepuerta hale oído exhalar muchos suspiros, diciendo: «Sí, bella namorada mía. ¡Sí que he de ir!
Rosquillas de una pasta con cierto dejo amargo, cubiertas con una capa tersa de azúcar; tortas que parecían de cartón, pegadas a un papel grasiento, y confites agridulces, que se deshacían en la boca y llevaban en la huerta el extraño nombre de suspiros. La señora dio las gracias, con una risita de conejo. Bien sabía lo que costaban esos productos de la confitería rústica.
De sobremesa, trató doña Lupe de alegrarse los espíritus, charlando de cosas enteramente contrarias a aquella monserga del honor; mas él daba a conocer con suspiros profundos que la tormenta de su alma no estaba del todo extinguida. Pero la fuerza del ataque había pasado, y pronto vendría la completa serenidad.
Siguiendo el contorno del edificio llegó á una plaza sobre la que avanzaba un palacete anexo á la Universidad. Era una construcción de tres pisos, cuya altura no pasaba de la mitad de sus muslos, y en cuya techumbre, libre de emblemas y de barandas, podía sentarse cómodamente. Así lo hizo Gillespie con suspiros de satisfacción.
La alegre algazara del salón llegaba a sus oídos, y poco a poco fuese levantado su pechito, hinchóse su garganta y rompió a llorar amargamente, en silencio, sin sollozos, sin suspiros, como lloran los que tienen en el corazón el manantial de sus lágrimas.
Había ido allí a muy otra cosa, pero los suspiros de su inglesa-italiana y el olor a medicinas antiespasmódicas, más el declinar del día, le habían cambiado de repente el ánimo, inclinándole a la melancolía poética y reflexiva, a la abnegación espiritual y piadosa.
Cerró tras sí la puerta, y a la luz de dos velas de cera se desnudó, y al descalzarse ¡oh desgracia indigna de tal persona! se le soltaron, no suspiros, ni otra cosa, que desacreditasen la limpieza de su policía, sino hasta dos docenas de puntos de una media, que quedó hecha celosía.
Palabra del Dia
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