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En fin, quitad eso, arrancad al mundo la sublime corona del mártir, y un monte de Judea no presenciará, en un dia nublado y misterioso, la redencion de la humanidad á costa de pasion, de suspiros y de agonía; á costa de un madero empapado en sangre; á costa del primer sacrificio de la tierra.

Durante un rato no se oyó en Gasparini más ruido que los suspiros de la Pipaón y algunas tosecillas de la marquesa, que no tenía sus bronquios en el mejor estado. Como las dos amigas estaban solas en la casa, pues Bringas no había vuelto de la oficina, ni del colegio los niños, podían hablar con toda libertad de sus cuitas sin hacer misterio de ellas.

Con frecuencia, la honrada casita se encuentra completamente vacía, á menos que en cualquier rincón no quede algún niño de teta, reclamando inútilmente la presencia de su madre con llantos desesperados ó enternecedores suspiros.

Sonoros suspiros como pequeños cohetes salían de su pecho y se le ocurrían todos los versos, todas las frases de los poetas y escritores sobre la inconstancia de la mujer. Maldecía en su interior la creacion de los teatros, la opereta francesa, prometía vengarse de Pelaez á la primera oportunidad.

Cuando yo más la quería... Rafael no pudo oír más. La poesía popular le arañaba el alma con su ingenua tristeza. Rompió a llorar con gemidos de niño, como si la copla fuese su historia: como si la hubiesen compuesto luego de ser despedido él de aquella reja, donde estaba la felicidad de su vida. ¿Oyes, Fermín? dijo entre suspiros. Ese, soy yo. Me ocurre lo que al pobresito de la copla.

Se hubiera dicho que era el alma de los bosques exhalando en suspiros de inquietud la melancolía que pone en ellos la caída de la tarde.

Apoderóse de nosotros una dulce melancolía, y no tardamos en dejar por veredas ocultas y solitarias los caminos deliciosos en que se confunden con el murmullo de las aguas los suspiros del viento entre los árboles.

Y con temor supersticioso trataba desesperadamente de retardar el desenlace fatal, como si la vida de la una estuviese ligada al amor del otro y debiesen confundirse sus últimos suspiros.

Las notas volaban como suspiros, su timbre antiguo hacía más adorable aquel canto entonado por una voz fresca. Juan, cerrados los ojos, saboreaba el encanto de aquella melodía de antaño, que parecía el eco lejano de un pasado muerto. Se sentía triste hasta derramar lágrimas. Un grito de espanto de la joven lo arrancó a su sueño doloroso.

El señor Vicente la oía sonriendo, y después se fijaba en su persona. Y usted, ¿cómo está? ¿cómo marcha ese embarazo?... Desde que la veía en tal estado hablábala con mayor confianza. Desfigurada por la hinchazón, pesada y doliente, no pudiendo moverse sin suspiros de pena, ya no le infundía aquel miedo que toda hembra le hacía sentir.