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Actualizado: 26 de julio de 2025
De todas las ventanillas surgían brazos arremangados agitando gorros blancos. Sobre los techos, algunos mocetones manoteaban con los brazos extendidos y las piernas abiertas, mientras el viento hacía ondear los pliegues de sus pantalones negros sobre unas polainas claras.
Así cavilaba Morsamor y creía sacar en claro de sus cavilaciones la verdad real de su ser, del universo y de Dios que lo ha creado todo. Las muchas contradicciones que al afirmarlo así surgían en su mente le repugnaban mil veces meros que todas las otras contradicciones nacidas de cualquier otra metafísica por sutil y profunda que fuese.
Varios de ellos habían cambiado de postura con una rapidez inexplicable. Ahora estaban tendidos de espaldas y parecían dormir. Uno tenía abierto el uniforme sobre el abdomen, mostrando entre los desgarrones de la tela carnes sueltas, azules y rojas, que surgían y se hinchaban con burbujeos de expansión. Otro había quedado sin piernas.
Tocó el cerrojo para cerciorarse de que estaba corrido, y se fue a la sala. Patricia volvió a la cocina. «En todo caso, es demasiado pronto» pensó Fortunata sentándose en una silla y poniéndose a pensar. Fue como una concesión a las ideas malas que con tanta presteza surgían de su cerebro, como salen del hormiguero las hormigas, en larga procesión, negras y diligentes.
Cuanto más se alargaban las filas hacia la casona, más bultos surgían de la oscuridad del agrio declive.
Los hombres corrían ansiosos tras la carnal limosna; surgían conflictos y peleas, todos se agitaban como locos, y el trasatlántico, fosco y de mal humor, navegaba con el funcionamiento de su vida trastornado, los servicios internos en desorden, deseoso de llegar cuanto antes al final del viaje para sanar de esta enfermedad.
Y las gentes felices temblarían de pavor ante las caras amenazantes, las vestiduras miserables, las miradas de famélico estrabismo, los anhelos locos y criminales de destrucción. ¿Dónde se habían ocultado hasta entonces aquellos monstruos? ¿De qué antro surgían?... Y bien, gentes dichosas, habéis vivido con ellos sin saberlo.
Los barrios extremos confluían al centro de la ciudad, como en los días ya remotos de las revoluciones. Se juntaban los grupos, formando una aglomeración sin término, de la que surgían gritos y cánticos. Las manifestaciones pasaban por el centro, bajo los faros eléctricos que acababan de inflamarse.
Ulises miró su buque con cierta extrañeza, como si volviese á él después de un largo viaje. Lo encontraba con aspecto diferente; surgían ante sus ojos detalles que nunca habían atraído su atención. Recapituló en una síntesis, que fué como un relámpago cerebral, todo lo que había ocurrido en menos de dos semanas.
El catalán, atento a los repulgos de la muchacha, murmuraba: niña de los muchos novios, que con ninguno te casas; si te guardas para un rey cuatro tiene la baraja. De aquí surgían desazones entre sobrina y tía. La vieja la trataba de gazmoña y papahostias, y la chica rompía a llorar como una bendita de Dios, con lo que enfureciéndose más aquella megera, la gritaba: ¡Hipócrita!
Palabra del Dia
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