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Actualizado: 26 de julio de 2025


Acudían arrastrándose sobre manos y pies; surgían como larvas de las sombras de los rincones; se apelotonaban contra sus piernas.

Cuando hubo arrancado el tren, corrió la ventanilla, para evitar el aire frío, y al través del cristal, que se humedecía con su aliento, se puso a mirar el paisaje. La inacabable llanura verde comenzaba a cubrirse con un ligero esplendor de oro. Hileras de álamos surgían y se precipitaban al paso del tren.

A una regular profundidad, veían el principio de la cubierta del comedor: un entarimado húmedo, en el que descansaban los brazos de dos grúas con sus articulaciones de ruedas dentadas, y del que surgían varios trombones de ventilador pintados de blanco con la garganta escarlata.

Después de esto, el Mare nostrum no sufrió más destrozos. Los disparos siguientes fueron levantando columnas de agua en la estela que dejaba el vapor. Cada vez surgían más lejanos estos fantasmas blancos. El buque salió de la zona del cañón enemigo, que seguía tirando y tirando inútilmente.

Surgían en su memoria antiguas lecturas, afirmadas ahora por una visión directa. El no era de los marinos que navegan sin preocuparse de lo que existe debajo de su quilla. Había querido conocer los misterios del inmenso palacio azul por cuyo techo circulaba, dedicándose al estudio de la oceanografía, la más reciente de las ciencias.

Y cuando la veía colocada en estas condiciones, surgían otros inconvenientes. ¿Es que iba a dormir ella junto a la pared?... No; ella sería la primera en levantarse; había de madrugar para el buen arreglo de la casa, y no quería que Isidro viese turbado su sueño. Nuevos cambios de sitio, otros tirones y esfuerzos, sin que el maldito, lecho llegase a colocarse a su gusto en la estrecha habitación.

¿Qué pensaba Marta en aquel instante, con la mirada clavada en el mar, grave, inmóvil y pálida como una estatua? ¿Qué negros fantasmas surgían ante ella de lo profundo de las aguas para trazar en su cándida frente las profundas arrugas de que estaba surcada? ¿Qué funestos secretos le soplaba la brisa en el oído?

Del silencio de la arboleda surgían gritos de pájaros invisibles, saludos burlones a los bípedos que avanzaban en el silencio junto a los matorrales, evitando destacar sus siluetas sobre los espacios de tierra blanca; menudas carreras que denunciaban el medroso despertar de los conejos, asustados por los pasos cautelosos de la cuadrilla. Maltrana dudaba de la realidad.

¡Oh! basta... ¡Pues no vuelve á empezar! ¡Esta chiflado! ¡Al ateneo! ¡Hacedle tragar la servilleta! Todas estas interrupciones surgían de un coro de carcajadas, mientras, el convidado á quien se había dirigido Maugirón permanecía silencioso é impasible. Era el tal un hombre como de treinta años, alto, fornido, de cabeza cuadrada, color tostado, negros y rizosos cabellos y magníficos ojos azules.

De las grietas de las rocas surgían pinos de montaña y otros árboles que habían echado raíces y crecido enormemente, doblándose sobre el río hasta casi tocar el agua con sus ramas; de consiguiente, nuestro avance era cada vez más lento y difícil, por las escabrosidades de la ribera, la enmarañada vegetación silvestre y los pastizales.

Palabra del Dia

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