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Actualizado: 12 de septiembre de 2025


Sin embargo, fue tan grande mi deseo de que mi hija supiese quién era su padre y de que él declarase que lo era, que yo vencí mi repugnancia, humillé mi soberbia y acudí a Juan Maury con mi pretensión. Le escribí varias cartas a las que no se dignó contestar, y yo sufrí y devoré su desprecio.

Si pudiese afirmar o negar... ¡qué gran problema habría resuelto! Lo indudable era que sentía pena por no tenerle allí. ¿Por qué se iría tan pronto? ¿Qué le importaba que aquello se supiese? Juan no era ya a sus ojos el personaje de un ensueño amoroso; debía ser el compañero de su vida, pero sin obligación, sin vínculo forzoso, sin lazo que le sujetase, por propia y complacida voluntad.

¿Qué había hecho yo para merecer semejante ultraje? ¡Ah! ¡si ella supiese lo que cuesta verse abandonado, buscar lo que se amaba y no volverlo a encontrar! ¡Cuán agradecido le estaría si con una puñalada por detrás ese cobarde asesinato no tendría nada de temerario para la mano de una mujer se hubiera dignado evitarme los tormentos que me devoran!

El año pasado tuve intención de llevarle a la escuela, en Frisco, pero, cuando se habló de traer aquí una maestra, esperé hasta que la vi a usted y entonces creí la cosa arreglada y que podía guardar a mi hijo algún tiempo más... ¡Si supiese, señora, lo que él la quiere!

Por mi honra de hidalgo y por mi fe de cristiano, señora, bastaba con que yo supiese que esas cartas eran de su majestad, para que yo no pusiese en ellas los ojos. Esperad, esperad un momento, caballero dijo la dama. Esperaré cuanto queráis. Vuelvo al punto.

Al fin, tanto miedo tuvo de que el terrible coronel lo supiese, que con precoz sentido determinó separarse de aquel devaneo que no le convenía y no subir más al cuarto de la planchadora. Miguel le dio por ello la enhorabuena. Petra le persiguió todavía algún tiempo; pero el nuevo Teseo se hizo el sordo y la dejó abandonada.

Por esto digo a usted que de amor no le quiero y me parece que no le querré nunca. Pero lo que es por amistad, debe usted contar conmigo hasta la pared de enfrente. ¿Por qué no se contenta usted con esa amistad? ¿Por qué me pide usted lo que no puedo ni debo darle? No sería flojo el alboroto que se armaría en el pueblo si usted y yo fuésemos novios y el noviazgo se supiese.

No quedó taberna, ni bodegón, ni junta de pícaros donde no se supiese el juego del asno, el esquite por la cola y el brío y la liberalidad del Asturiano; pero como la mala bestia del vulgo, por la mayor parte, es mala, maldita y maldiciente, no tomó de memoria la liberalidad, brío y buenas partes del gran Lope, sino solamente la cola; y así, apenas hubo andado dos días por la ciudad echando agua, cuando se vió señalar de muchos con el dedo, que decían: "Este es el aguador de la cola."

No puedo decirle ahora, D. Ceferino, de qué está hecho; pero no tardará usted en saberlo... Dentro de pocos días empezará a construirse el modelo en París... Ya verá usted, ya verá adónde llega mi nombre... Por supuesto que si Bismarck supiese lo que tiene encima, ya estaría ofreciéndome el dinero que quisiera... Pero yo no le vendo el secreto así me entierre en oro, ¿está usted?... Aunque sea de balde se lo doy yo al francés primero que al pruso... Cada hombre tiene su simpatía, ¡vamos!... Usted tiene más aquel por una persona, y le da la sangre del brazo, y a otro ni el agua...

Dos o tres años antes de comenzar la acción de este relato tuvo don Juan que ausentarse de Madrid, y queriendo dar a Mónica una prueba del cariño que le profesaba, le regaló unos cuantos miles de reales, que ella invirtió en poner una casa de huéspedes, mas sin envilecerse guisando para ellos; antes al contrario, tomó cocinera que lo hiciese: de este modo se improvisó señora y no puso mano en cazuela a beneficio de quien acaso no supiese saborear su trabajo.

Palabra del Dia

passaro

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