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Actualizado: 19 de mayo de 2025
Sí puedo dijo don Francisco; y tiró adelante, siguiendo al maestresala, que después de haber atravesado algunas habitaciones más suntuosas y mejor alhajadas que las de palacio, abrió con un llavín una mampara, y dijo á Quevedo: Pasad y esperad; mi señor me manda rogaros le perdonéis si tardare. Y el maestresala cerró la mampara.
Clara, resaltando sobre primorosos y elegantes adornos ojivales. Las galerías altas de aquellas suntuosas viviendas hallábanse al descubierto, y nuestros abuelos no reparaban en salir á los corredores los días de invierno, desafiando las pulmonías.
T. de telas de oro. 1628 Alonso López, T. de pasamanos de oro. 1644 Sebastián de Cuesta, tejió una tela de raso negro y oro para la Catedral. 1667 Claudio Bertel, José de Llanos y Andrés de la Peña se obligaron en 9 de Mayo de 1693 á tejer 4000 varas de terciopelo carmesí para la Catedral, y el fleco y galón que hiciese falta. Refiérese este contrato á las suntuosas colgaduras de nuestra Basílica.
Nuestros banqueros y contratistas de obras públicas no queriendo, como es natural, pagar tributo a lo prosaico de las construcciones modernas, han solicitado el concurso de las edades más poéticas de la humanidad y de las comarcas más pintorescas para levantar sus viviendas suntuosas.
Unos y otros, amoldándose al medio social, cuando trabajan en España, donde las costumbres eran menos suntuosas y el espíritu religioso más austero, comienzan a imprimir al arte patrio sello propio: el Renacimiento pierde en sus manos toda profanidad, se despoja de sensualismo pagano, de sentido literario, y gana en severidad y vigor lo que pierde en gracia, poesía y elegancia: nuestro arte, como nuestra vida, adquiere un tinte de grandiosa tristeza: sobre ambos impera la melancolía que destilan los libros místicos.
No bien se recibe Rosas del Gobierno en 1835, cuando declara, por una proclamación, que los impíos unitarios han asesinado alevosamente al ilustre general Quiroga, y que él se propone castigar atentado tan espantoso, que ha privado a la Federación de su columna más poderosa. ¡Qué!... decían abriendo un palmo de boca los pobres unitarios al leer la proclama ; ¡qué!... Los Reinafé, ¿son unitarios? ¿No son hechura de López? ¿No entraron en Córdoba persiguiendo el ejército de Paz? ¿No están en activa y amigable correspondencia con Rosas? ¿No salió de Buenos Aires Quiroga con solicitud de Rosas? ¿No iba un chasque delante de él, que anunciaba a los Reinafé su próxima llegada? ¿No tenían los Reinafé preparada de antemano la partida que debía asesinarlo?... Nada; los impíos unitarios han sido los asesinos, ¡y desgraciado el que dude de ello!... Rosas manda a Córdoba a pedir los preciosos restos de Quiroga, la galera en que fué muerto, y se le hacen en Buenos Aires las exequias más suntuosas que hasta entonces se han visto; se manda cargar luto a la ciudad entera.
Un ómnibus nos condujo inmediatamente á esa ciudad, por un amplio camino, que en realidad es una inmensa calle orillada por quintas suntuosas y terrazas, parques de espeso follaje y jardines cargados de perfumes. La ciudad, cortada en el fondo por dos arroyos que se juntan en profundas ramblas, demora sobre tres colinas y sus faldas interiores y estrechos vallecitos intermedios.
Pero esas plantaciones apénas interrumpen ligeramente la selva interminable de naranjos, limoneros, mangos, árboles de mamei, de zapote, de níspero, de mil frutas deliciosas, sobre cuyas capas iguales, suntuosas, de verdes diferentes, pobladas de frutas, de sombra y de perfumes, se destacan los mástiles y los penachos de los cocoteros, como las velas y el arbolaje de una barca sobre las verdes ondas de una bahía tranquila, suavemente rizadas apénas por el soplo de las brisas de la tarde.
Barrio de las Peñuelas de San Blas, nos dijo un muchacho que se llamaba el tal paraje. Había allí magníficos conventos, suntuosas iglesias, monumentales colegios y grandiosos palacios: entre los colegios figuraban los de Cuenca y de Oviedo, de cuya hermosura hablan muchísimos libros: ¡y todo fué destruído por nuestros enemigos y por nuestros aliados!
Las doncellas ricas que despiertan a la vida entre muebles lujosos y en casas suntuosas, conocen las sirtes donde naufraga la virtud por la torpe murmuración de las visitas y el grosero lenguaje de ayas y criadas; pero lo inmoral y pecaminoso llega a su entendimiento desfigurado, incompleto y hasta poetizado con cierto aroma de encanto prohibido que acrecienta el peligro.
Palabra del Dia
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