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Actualizado: 17 de octubre de 2025


LEONIE. A pesar de mi profesión, yo, hijo mío, soy una buena muchacha... ¡Es que no tienes confianza con tu madrina...! Yo pensé: «¡Si me descubro, no me escribirá con tanta franqueza...!» Además, hubiera usted dejado de enviarme las golosinas y los obsequios, que yo repartía entre mis compañeros. ¡Fuí muy culpable y ahora sufro el castigo de mi disimulo...! CIRILO. ¡Soy cura...!

Además, piense, doctor. ¡Cuando se ha estado en mi posición, cuando uno ha comido en vajilla de plata con sus armas... verse reducida á la caridad y á ser el juguete de los criados! No se sabe todo lo que yo sufro en esta casa ni se sabrá jamás. Cuando uno tiene orgullo, sufre sin quejarse; es por esto que me callo, aunque no deje de pensarlo.

Su tacañería me disgusta. Pero entre hermanos hay que vivir en paz, ¿no es verdad? y por esto sufro que a espaldas mías hable mal de mis costumbres. Afortunadamente, una tiene lo que necesita para pasarlo bien, y no se ve obligada a buscar los auxilios de ese avaro. Una nueva visita entró en el salón. Eran «las magistradas», una mamá y tres hijas, íntimas de las niñas de la casa.

Yo hacía nuevas reflexiones. ¿El hambre no es una palabra vana? ¿Es verdad, pues, que existe una enfermedad llamada así; es verdad que hay criaturas humanas que sufren de ordinario y casi diariamente, lo que yo sufro por casualidad la primera vez en mi vida? ¿Y cuántos de estos seres tendrán por añadidura algunos otros sufrimientos que á no me abruman?

La mirada de la traperita me refirió una historia muy sencilla. La historia de una vida de sufrimiento. La mirada de la traperita fue un poema que podía haberse reducido a estas dos palabras: «Sufro y esperoEstas dos palabras son la historia del género humano. Sufrir y esperar. ¿Qué sufría aquella niña? La pobreza con todas sus consecuencias, acaso. ¿Qué esperaba?

Yo te escribiré, te daré cuenta exacta de mi vida... todos los días sabrás de aunque esté en el polo; pero quédate, no desesperes a tu madre, cierra los ojos ante sus injusticias, que al fin obedecen a lo mucho que te quiere... ¿Crees que yo no sufro al dejarte? ¿Te imaginas que es poco huir dejando aquí la mayor felicidad de mi existencia?...

No puedes figurarte, Miguel, lo que sufro cuando te veo triste, lo que gozo cuando estás alegre... ¡Si supieras!... Al través de tu sonrisa veo yo el mundo risueño, hermoso, pienso que el cielo está siempre azul, el campo siempre verde y rondoso, y que los hombres son todos felices... ¡Oh, si lo supieras, estoy segura de que sonreirías siempre como ahora lo haces! ¿No es verdad?... ¡Algunas veces me acometen unos pensamientos tan tristes!

La simplicidad se encuentra igualmente en los actos de la voluntad, ya sean de la voluntad pura, ó intelectual, ya de la sensible. ¿Cómo se pueden dividir en partes estos actos, quiero, no quiero, amo, aborrezco, gozo, sufro?

Yo llevo, como usted dice, una «vida interior», siempre á solas con mis pensamientos, y cuando paso allá la noche, duermo mal, sufro de ensueños, muy hermosos al principio, pero luego muy tristes. ¡Ay, qué buenas veladas las nuestras cuando hablábamos de cosas científicas! Novoa sonrió. Para el músico, el juego y sus misterios eran cosas científicas.

Octubre, 1915. Bisayo. Vive consagrado a la política. Estampó en Manila , una colección de poesías: Horas de luz. Mira: yo sufro, y yo lloro, pues bien puede suceder que no llegues a entender lo mucho que yo te adoro. Si tu corazón de oro el Sol de mi amor no advierte, déjame que lo despierte de su letargo profundo, para que viva en el mundo junto al mío hasta la muerte.

Palabra del Dia

aprietes

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