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Actualizado: 15 de junio de 2025
Los que se hallaban bien caídos en el mundo engordaban alabando al Señor, que crea los reyes para evitar al hombre el trabajo de gobernarse; los que sufrían consolábanse pensando que la vida es una prueba pasajera, después de la cual alcanzarían un huequecito en el cielo. La religión es el mejor auxiliar de la monarquía. Si no hubiese existido antes de los reyes, éstos la habrían inventado.
Empezaron a sonar tiros aquí y allá, demostrando que los conejos, que se habían propagado en progresión geométrica, sufrían la ley de represión descubierta por Malthus. Los viajeros que no tenían instintos sanguinarios se acomodaban buenamente sobre el musgo al borde de los precipicios, contemplando de hito en hito el horizonte, por donde solía cruzar la vela de algún barco.
Todos sufrían la misma duda cruel: «No comprendemos.» Y su duda hacía aún más dolorosa la marcha incesante, una marcha que duraba día y noche con sólo breves descansos, alarmados los jefes de cuerpo á todas horas por el temor de verse cortados y separados del resto del ejército. «Un esfuerzo más, hijos míos. ¡Animo!
Matangláwin se burlaba de todas las medidas severas que se dictaban contra los tulisanes: de ellas solo sufrían los habitantes de los barrios, que cautivaba ó maltrataba si se le resistían, ó si pactaban con él eran azotados ó desterrados por el gobierno, si es que al destierro llegaban y no sufrían en el camino un mortal accidente.
Aquellas armonías, los recuerdos de Colombia que me hacian evocar, esas caras varoniles, de barba negra y crespa, llenas de la melancolía del proscrito y de la del artista, el efecto de la iluminacion sobre el inmenso grupo de espectadores, y sobre todo, la profunda emocion con que el concierto me hacia pensar en la desventurada y noble Italia, cuyos hijos sufrían la esclavitud, el calabozo ó la proscripcion, sin perder nunca la esperanza de la libertad y la independencia: todo eso contribuyó á dejar en mi alma un sentimiento de indefinible pesar que no he olvidado nunca.
Poco importaba, ciertamente, decían los vecinos, lo que le sucediera a Dunsey un individuo pendenciero y burlón, que parecía complacerse tanto más en beber cuanto más sufrían los otros de sed , con tal, sin embargo, que sus hechos no le acarreasen algún disgusto a una familia como la del squire Cass, que tenía un monumento en la iglesia, y copas de plata más antiguas que el rey Jorge III.
Nuestros padres tenían servidores abnegados: nosotros sólo poseemos unos grandísimos pillos que medran a nuestra costa, y, en el fondo, tal vez salgamos ganando. Nuestros padres, que se veían amados por estas gentes, creíanse obligados a pagarles en la misma moneda. Sufrían sus defectos, asistíanlos en sus enfermedades, alimentábanlos en su vejez: esto era insoportable.
Millares de hombres sufrían el tormento del hambre, víctimas del jornal, por no tener campos que cultivar; y la tierra reservábase para las bestias, en los alrededores de una ciudad civilizada.
Tenían padres o maridos que trabajasen por el sostenimiento de la familia; y si no había chambos, si el «trato» de las caballerías se paralizaba, daban vuelta de llave a su estómago y sufrían el hambre en silencio, sentadas junto a los pedruscos fríos del hogar, con las faldas esparcidas en torno de ellas como hongos enormes, taciturnas y dispuestas a morir sin moverse del sitio.
Se puso tambien en contacto con las personas mas influyentes del clero, á quienes pintaba con los mas vivos colores los vejámenes que sufrian los indios.
Palabra del Dia
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