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Actualizado: 15 de junio de 2025


Y la pobre joven, casada con «Vatacio el Herético» por un padre necesitado de alianzas, había vivido largos años en Oriente con toda la pompa de una basilisa, envuelta en vestiduras de rígidos bordados que representaban escenas de los libros santos, calzada con borceguíes de púrpura que llevaban en las suelas águilas de oro, último símbolo de la majestad de Roma.

Hace una hora que le busco, porque mi corredor me dice que las acciones siguen bajando y ya es tiempo de largarlas. Decía mi corredor, como diría mi zapatero. Quilito contestó: En la Bolsa le encontrarás. Y cuando el otro salía, acompañado del chasquido de sus suelas, le asestó esta cuchufleta: ¿Y qué tal la diputación? ¿te nombran; quiero decir, te eligen, por fin?

Ya tenía tres pesetas, ya tenía un duro, ya se aproximaba lentamente a los dos, y de pronto surgía una necesidad imperiosa, una exigencia ineludible, el pago a la tienda, que se negaba a fiar más sin recibir algo a cuenta, la compra de material para el emballenaje de los corsés, la necesidad de echar unas suelas a las botas únicas de Maltrana, mientras éste permanecía prisionero en el cuarto; y de este modo la mala fortuna llevábase de una manotada todos los ahorros, sin dar tiempo a que se completase el importe del alquiler.

Se enrojecían los ojos; parecía que las pestañas iban á consumirse, secábase la piel sintiéndose en cada poro una aguja ardiente, y los pies movíanse inquietos, agitando las caldeadas suelas de los zapatos.

Sin embargo, un instinto de picardía que poseía yo lo mismo que él, me impelió a obrar como si no comprendiera la indirecta; murmuré algo en este sentido, y me incliné otra vez sobre mis papeles. A los pocos minutos que sus suelas de madera pataleaban sobre el entarimado. Mirelo: estaba junto a la puerta, de pie. ¿Usted no saber, Chylee? No dije con fingida seriedad.

Por debajo de las sotanas asomaban unas zapatillas de paño, con las que andaba sin el menor ruido: un calzado de espionaje que le permitía, como á los demás servidores del monasterio, deslizarse por los claustros silenciosos sin turbar el aislamiento de los Padres. Atravesó el patio hablando á Aresti de las suelas de su calzado, que eran de paño y se mojaban en los charcos de la lluvia.

Un día se presentó en el cuchitril de Belarmino Froilán Escobar, alias el Estudiantón y también Aligator, a que le pusiese palas y medias suelas a un par de botas, que para llegar a ser un verdadero par de botas no necesitaban, además de las palas y de las medias suelas, sino refuerzo en el contrafuerte, unos trozos de la caña y unos cuantos botones.

Golpeaba la arena del jardín con las suelas de sus breves zapatos. Un rictus histérico contraía su boca. A usted tal vez lo exceptuase... Usted, con todas sus arrogancias de matamoros, es un ingenuo, un simple. Le creo capaz de soltar á una mujer toda clase de mentiras... creyéndolas usted antes. Pero á los otros... ¡ay, á los otros!... ¡cómo los odio!...

A esta preponderancia del populacho en los teatros, alude un satírico de la época cuando dice «que los zapateros vuelven de nuevo á sus faenas, y cuesta trabajo reconocer en ellos á los arrogantes y orgullosos mosqueteros, á los cuales ni los poetas ni los actores pueden ablandar con sus súplicas, ni conmoverlos con su indiferencia ni con su aturdimiento, y que á la tarde siguiente dejan á un lado otra vez sus botas y sus suelas, y sueltan su ruidoso martillo, transformándose en rayo, que reduce á polvo á los malos poetas

En aquel momento cesaron los cánticos del pueblo devoto; siguió silencio solemne; después hubo toses, estrépito de suelas y zuecos sobre la piedra resbaladiza del pavimento... una impaciencia contenida. Hacia la puerta sonaba el tic, tac, de las monedas con que Visitación y la Marquesa golpeaban la bandeja para llamar la atención de la caridad distraída.

Palabra del Dia

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