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Actualizado: 11 de mayo de 2025
La más suculenta gelatina se le acedaba, irritábanle los mariscos, la carne asada le daba náuseas, lo caliente le producía frío, con lo helado sudaba, las trufas le enfurecían, el rico Borgoña se le antojaba brebaje despreciable y la manzanilla le daba ganas de llorar; púsose al fin más triste que San Juan cuando descubrió la estrella del ajenjo que vertía hiel sobre la tierra.
A mediados de octubre se pasa los dedos por la barba y murmura: «tenemos encima el invierno»; si otro huésped disiente, Pinho enmudece porque teme las controversias. Y este honesto cambio de ideas le basta. En la mesa, con tal que le sirvan una sopa suculenta en un plato hondo que pueda llenar dos veces, queda satisfecho y dispuesto a dar gracias a Dios.
ATENAIS. Si esa alegoría puede tener alguna aplicación cuando el diálogo se escriba, tal vez interese el diálogo. ASCLEPIGENIA. Suceda lo que suceda, no debe importarnos mucho. Allá se las haya el autor. Nosotros cinco, mortales y dioses, vámonos al triclinio, donde tengo preparada una suculenta y bien condimentada cena. MORTALES Y DIOSES. Vámonos a cenar.
¡Santo Dios, con qué comida más suculenta me obsequiaron aquella mañana! Un trozo de cabrito asado, queso de monte, mostillo, higos, uvas moscateles; todo ello rociado con ese exquisito Château-neuf de los Papas, de un color rojo tan precioso en los vasos... A los postres, voy a buscar el cuaderno del poema y lo pongo en la mesa delante de Mistral.
La población de San Jacinto la forman 1.800 almas, de las cuales tributan unas 500, calculando en 250 los niños de ambos sexos que asisten á la escuela, según nos dijo el Gobernadorcillo. Los productos son: el abacá, el tabaco, la caña dulce, el añil y el coco; de este nos sirvieron por vía de refresco una suculenta ensalada hecha de palmito.
La importante casa comercial "La Princesa", de González y Hnos., obsequió al comandante Castillo y oficiales con una suculenta comida, celebrando según allí se decía el comienzo de la paz, pues Lacoste era el que había armado el revolico. Al igual que en Jamaica, la villa de Guantánamo estaba animadísima.
Si yo me atreviese a traducirle solamente una página, quedaría usted maravillada de la verdad sencilla y familiar del relato; usted vería con qué alegría ingenua habla el poeta del vino tinto y de la carne suculenta: y con qué admiración, de las puertas bien cerradas y de las mesas bien acepilladas.
Antes, tenía que correr á caballo para encontrar de tarde en tarde un animal cornudo y huesoso que iba al descubrimiento y la conquista de algún hierbajo aislado, á través de una soledad casi yerma. Ahora, los novillos gordos y lustrosos, con las patas dobladas bajo su carnal pesadumbre, rumiaban la suculenta alfalfa, mordida en torno á ellos, sin necesidad de moverse.
»¡Nadie diría que nosotros somos aquellos célebres aventureros, al vernos vacilar de esta manera en ir á la conquista de la inmortal Salamanca, hoy que la locomotora la ha puesto, como quien dice, á las puertas de Madrid! ¡Nadie lo diría, al vernos retroceder ante el frío, ante la perspectiva de una cama incómoda ó de una comida poco suculenta, y ante otros trabajos y fatigas, que siempre fueron, para hombres bien nacidos, estímulo y aliciente de esta clase de expediciones! ¡Pues qué! ¿no eran mucho más viejos que nosotros, y no tenían más achaques y dolamas, Cristóbal Colón, al embarcarse en Palos; Antonio de Leiva, al salir de Pavía en ayuda de los ejércitos imperiales, y Abdel-Melik, el Maluco, en la batalla de Alcazarquivir, á la que asistió moribundo, llevado en hombros por sus soldados, y durante la cual expiró como bueno, seguro ya de la derrota de D. Sebastián de Portugal?
En platos cóncavos de loza servían las criadas da la taberna las negras y aceitosas morcillas, el queso fresco, las aceitunas partidas, con su caldo en el que flotaban olorosas hierbas; y sobre las mesas veíase el pan de trigo nuevo, los rollos de rubia corteza, mostrando en su interior la miga morena y suculenta de la gruesa harina de la huerta.
Palabra del Dia
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