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Actualizado: 12 de junio de 2025
A un disparo sucedía otro; la infantería, rehecha, flanqueaba los cañones, y para completar el acto de desesperación, un grito resonó en nuestro regimiento. Todos los caballos patalearon, expresando en su ignoto lenguaje que comprendían la sublimidad del momento; apretamos con fuerte puño los sables, y medimos la tierra que se extendía delante de nosotros. La caballería iba a cargar.
La mayor energía individual, la afirmación de su independencia frente á la naturaleza, produciendo la variedad de los caracteres, es lo que ha elevado al griego sobre el indio y el arte occidental sobre el asiático. En el mundo oriental sólo existen tipos; de aquí la monotonía, no privada de belleza y sublimidad muchas veces, de sus monumentos poéticos.
Sobre la puerta estaba el escudo de armas, de piedra también, donde figuraban leones y perros, calderas, barcos y castillos y multitud de monstruos y de otros objetos simbólicos que para los versados en la utilísima ciencia del blasón daban claro testimonio de su antigüedad y sublimidad de su prosapia.
Alarcón, según parece, hubo de ser un hombre atrevido y orgulloso, despreciador de todo lo villano y sintiendo ardiente amor por todo lo bueno; la nobleza de un alma grande y la sublimidad de los pensamientos se ven impresas en todas sus poesías; pinta con predilección cuanto realza y sublima al hombre, la energía varonil y el ánimo incontrastable de la inocencia perseguida, la abnegación infinita del amor, la fidelidad inmutable de la amistad, y lo que preferían á todo los verdaderos españoles de aquel tiempo, la lealtad caballeresca y la satisfacción de aquél, á cuyo honor no deslustra mancha alguna.
Sus ojos, acostumbrados á las vertiginosas alturas de la sublimidad ideal, se remontaron por los perfiles de la masa grosera del gigante hasta llegar á la cúspide donde trabajaban los barberos hembras. ¡Qué audacia! ¡Qué seguridad! dijo con una voz cantante que parecía exigir acompañamiento de liras . Únicamente las mujeres son capaces de realizar un trabajo tan arriesgado.
La carrera gloriosa de las armas se abría para él con los primeros rayos del sol de Mayo; y no hay duda que con el temple de alma de que estaba dotado, con sus instintos de destrucción y carnicería, Facundo, moralizado por la disciplina y ennoblecido por la sublimidad del objeto de la lucha, habría vuelto un día del Perú, Chile o Bolivia, uno de los generales de la República Argentina, como tantos otros valientes gauchos que principiaron su carrera desde el humilde puesto del soldado.
Hemos visto en Cádiz al sol sumergiéndose en las aguas del Océano con una aureola de tinieblas; hemos visto á ese mismo Océano invadiendo silenciosamente la playa y retirando despues con una calma aterradora sus hinchadas olas; hemos visto esas olas, altas como montes, arrojándose heridas por la luz del rayo sobre los muros de la ciudad sumida en duelo: alli es donde la naturaleza se ostenta con toda la sublimidad de que pudo revestirla su autor al hacerla brotar llena de vida de entre la confusion y el caos, alli es donde se ensancha el corazon, alli es donde la imaginacion cruza el espacio y rasga el velo que oculta á nuestros ojos lo infinito.
Y no creas que las idealizo... ¡Oh, no...! Te sigo contando. Pocos días después de escribirle Acosta esa carta, que ella no le contestó, la encontró inesperadamente en casa de las Aliaga. Hablaron; él se puso a llorar como un chico, y esa tarde, sintiendo el vértigo de una pasión que concluiría por vencerla, buscó la única solución salvadora. Vivió todavía horas de sombría sublimidad.
Los que navegan hoy cómodamente por aquel estrecho, a bordo de un barco de vapor, no pueden ver la sublimidad de la escena ni pueden sentir el pasmo aterrador de los que por vez primera le cruzaron. No van, como Morsamor iba entonces, en frágil barco y a merced del viento, que se oponía a su marcha, si era contrario, o si amainaba, casi le dejaba inmóvil a pesar de las más hábiles maniobras.
Y el salvaje prosiguió diciendo: -Y ocupe las ancas el escudero, si es que lo tiene, y fíese del valeroso Malambruno, que si no fuere de su espada, de ninguna otra, ni de otra malicia, será ofendido; y no hay más que torcer esta clavija que sobre el cuello trae puesta, que él los llevará por los aires adonde los atiende Malambruno; pero, porque la alteza y sublimidad del camino no les cause váguidos, se han de cubrir los ojos hasta que el caballo relinche, que será señal de haber dado fin a su viaje.
Palabra del Dia
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