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Actualizado: 22 de mayo de 2025


17 Y subió Omri de Gibetón, y con él todo Israel, y cercaron a Tirsa. 19 Por sus pecados que él había cometido, haciendo lo malo a los ojos del SE

Solo y levantado está en la sala de arriba dijo la mujer del alguacil. Sin aguardar más contestación ni más permiso, Juanita apartó a un lado a su interlocutora, echó a correr, subió las escaleras, dejó el manto en un banco de la antesalita y entró destocada en la sala donde estaba don Paco.

Subió luego al piso principal a ver a una anciana, madre de la célebre modista Eponina. Esta era una habilidosa francesa de mucha labia y trastienda, que en pocos años había hecho gran clientela. La vecindad fue causa de que Eponina y Emilia entablaran amistad. Algunas noches bajaba la francesa a casa del ortopedista, y otras los de Castaño subían al taller de modas.

María Luisa, ¿sabes dónde han ido los señores esta noche? El portero escuchó lo que le respondían y colgando la boquilla dijo: Los señores tenían tomado un palco en el teatro de Apolo. Allí deben de estar. Tristán subió de nuevo al coche dando estas señas. Cuando cruzaba por la Puerta del Sol sonaban en el reloj del ministerio de la Gobernación las diez.

El Magistral dejó atrás el zaguán, grande, frío y desnudo, no muy limpio; cruzó un patio cuadrado, con algunas acacias raquíticas y parterres de flores mustias; subió una escalera cuyo primer tramo era de piedra y los demás de castaño casi podrido; y después de un corredor cerrado con mampostería y ventanas estrechas, encontró una antesala donde los familiares del Obispo jugaban al tute.

Acudiendo a la cita del señor de Ágreda, a las diez y media de la mañana siguiente entraba Pepe en el hôtel que aquél habitaba, situado al final de la Castellana. Atravesó el jardín, pequeño y bien cuidado, subió las escalerillas, llenas de macetas, que parecían estar custodiando dos magníficos perros de bronce, y entró en el despacho, que formaba parte de la planta baja.

Con estas malas impresiones subió Benina la escalera, tan descansada como lóbrega, con los peldaños en panza, las paredes desconchadas, sin que faltaran los letreros de carbón o lápiz garabateados junto a las puertas de cuarterones, por cuyo quicio inferior asomaba el pedazo de estera, ni los faroles sucios que de día semejaban urnas de santos.

Y sin más aviso, le descargó un tremendo bofetón. Tan tremendo, que la chica cayó al suelo como privada de sentido. Al ver aquel acto de barbarie Andrés, se puso en pie vivamente. La sangre le subió al rostro y no pudo menos de exclamar: ¡Qué brutalidad!... ¿Por qué le pega usted de ese modo tan bárbaro? Porque quiero enseñarla a obedecer. Ahora no había motivo.

19 Y David subió, conforme al dicho de Gad, que el SE

Quiso entrar a su palacio por la puerta del corral, y subió cautelosamente las escaleras, pasando por la librería y avisando silencio a los criados que se adelantaban a recibirle. ¡Cuán hondo movimiento de fastidio produjeron ahora en su ánimo aquellos vastos salones, donde había aglomerado con obstinada pasión tanto objeto valioso, escogido y adquirido por él, en sus viajes!

Palabra del Dia

hociquea

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