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Actualizado: 22 de junio de 2025


Los mayores se rizaban el bigote y lucían las sortijas. Da una galería á otra se miraban con gemelos, lo mismo que en el teatro, enterándose unos de otros. «Aquel pequeñito, guapo, es de Salamanca y muy rico... Ese moreno simpático es andaluz.» Y después de mirarse largamente, se saludaban con la mano... ¡Angelitos!

Un día, en que estaba más cariñosa que de costumbre, teniéndole sentado a sus pies y acariciándole los cabellos con sus hermosos, delicados dedos cargados de sortijas, le dijo con acento meloso: sigues con tus celos de Escosura. ¿verdad, Mundo?... Pues haces muy mal.... No me gusta poco ni mucho ese hombre.... : eso me has dicho muchas veces ... pero....

Lo más característico en su persona eran los relucientes rizos aplastados por la bandolina, que cubrían su ancha frente como una cortinilla festoneada, y la costumbre de cruzar las manos sobre el vientre, luciendo en los dedos un surtidor de sortijas falsas.

Gracias, caballero dijo Leonora saludando con una mano que al moverse lanzó relámpagos azules y rojos de todos los dedos cubiertos de sortijas. Repito lo mismo que dije a nuestro amigo. Pase usted adelante y perdone el modo extraño con que le hago entrar en la casa. Rafael estaba en pie y saludaba con torpes movimientos de cabeza, agarrado a los hierros del balcón.

Traje, el de siempre; pero su chaleco escotado dejaba al descubierto una botonadura maciza, enorme, con diamantes antiguos de gran valía, y en los dedos sortijas pesadas, de complicada labor, que evocaban el recuerdo de los suntuosos marqueses del pasado siglo. ¿Me aguardabais, hijas mías...? ¡Ejem, ejem...! Pues he sido puntual. Son las doce.

Pronto se dice; pero del dicho al hecho.... ¿Regalos? ¡Vaya unos regalos para un hijo de Sobrado! ¡Sortijas de plata, ramos de a dos cuartos! ¡Bah, bah! Ya se sabía en lo que paraban ciertas cosas.

Vi en la obscuridad brillar sus ojos negros, gozosos y blanquear las filas de sus dientes moriscos, y se huyó de repente mi tristeza. Sin embargo, dije exhalando un suspiro: ¡Oh! Si esto dura mucho tiempo, me voy a quedar como una flauta... Mira, las sortijas se me salen del dedo. Mejor, cuanto más delgadito menos galleguito.

Toda su ambición se reducía a divertirse y agradar sin exceso, como el ave que vuela sin saberlo y canta sin esfuerzo. Aquella noche, había vuelto de paseo, cansada y algo indispuesta: se había quitado el vestido y puéstose una sencilla blusa de muselina blanca. Sus brazos blancos y redondos asomaban por los encajes de sus mangas perdidas: se había olvidado de quitarse un brazalete y las sortijas.

Otro jugador ganancioso vino a sacar unas sortijas del tiempo de su prosperidad; algún empleado vino a tomar su mesada adelantada sobre su sueldo, pero descabalada de los crecidos intereses; algún necesitado verdadero se remedió, si es remedio comprar un duro con dos; y sólo mentaré en particular al criado de un personaje que vino por fin a rescatar ciertas alhajas que había más de tres años que cautivas en aquel Argel estaban.

Otras veces, para encarecer la sinceridad de su discurso, llevábase al pecho la diestra. Las sortijas de Florencia resplandecían. Sus manos eran harto hermosas y su extrema blancura denunciaba el uso nocturno del sebillo en los guantes descabezados.

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