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Esa tarde quiso a toda costa que antes del paseo visitaran el Museo de Bellas Artes. Ella había accedido, pero con la condición de buscar a Charito, para pasarlo menos aburrido. Cuando media hora después entraban en la sala de calcos, Adriana creyó soñar: de pie, con la atención reconcentrada en una escultura griega, estaba Julio.

Si gasta más de lo que tiene, si evita el trabajo honesto y resuelto que proporciona su salario, en seguida se pone a soñar en la posibilidad de encontrar un bienhechor, un tonto a quien sabrá halagar, a fin de poder usar su influencia en su favor, en imaginarse un estado de espíritu posible en alguna persona probable que todavía no ha dado señales de aparecer.

Tenían algo desconocido, ardiente, y Muñoz sentía la proximidad de una explicación realmente definitiva. ¿Que usted sufre por ? Y esta idea de que ella por él sufría, se agrandó en su imaginación desmesuradamente, llenándole por un instante de júbilo insensato. Creía soñar. , Muñoz, continuó ella vacilante y como si realizara un gran esfuerzo para decidirse a pronunciar cada frase.

Después dijo, con una expresión de melancolía que contrastaba con su habitual vivacidad: La suerte de esas pobres mujeres es de lo más triste que se puede soñar. ¿Siguen creyendo en la inocencia del joven? Siempre. ¿Y no hacen nada? ¡Qué quiere usted que hagan? ¡Si yo estuviera en su lugar haría algo!

Creí soñar todavía; me incorporé en el canapé donde había dormido, atendí con todo cuidado, y, en efecto, un atronador grito de viva el Rey hirió mis oídos, no dejándome duda de que el navío Santa Ana se estaba batiendo de nuevo. Salí fuera, y pude hacerme cargo de la situación.

Durante cuatro años había pensado en Nancy Lammeter, y la había buscado, con un culto secreto y paciente, como a una mujer que lo hacía soñar alegremente en el porvenir.

Finalmente, cerraban la marcha, pero á pie, los ministros, los altos funcionarios y un destacamento de la Guardia gubernamental con largas lanzas. Cuando los cinco del Consejo Ejecutivo y el Padre de los Maestros con sus respectivos séquitos se instalaron en el estrado de honor, cesaron de sonar las trompetas, los tambores y la música, haciéndose un largo silencio.

Para soñar, para sentir, para imaginarse tiempos remotos, a su manera; para pensar a sus anchas, en la soledad, libre de Lobato, y Nepo y Sebastián, en los Reyes que habían sido, y en los que eran, y en los que habían de ser.

Y cuando cantó por fin y comenzó a sonar su nombre, cuando yo me extasiaba ante los resultados de mi sacrificio, llega ese fantasmón de Franchetti, y cantando sobre las tablas dúos y más dúos de amor, acaban por enamoricarse, y tengo que casar a la niña para que no me ponga mal gesto ni me parta el alma con sus lloros. Ustedes no saben lo que es un matrimonio de cantantes.

Aplicó el oído a la puerta del edificio, creyendo oír sonar el oro o el crujido de las arcas que se abrían. ¡Ca! dijo riendo burlonamente, ¡si aquí no hay oro ni nada! Dió un golpe en la madera, que devolvió el eco como lejano trueno, y se fué en dirección al río, vacilante a causa del vino.