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Actualizado: 14 de junio de 2025


La mula se negaba algunas veces á marchar, temiendo que el huracán la echase al suelo; pero el gaucho se agarraba á su lomo para no verse derribado igualmente por el viento y pinchaba al animal con la punta del cuchillo, obligándola así á reanudar su trote. «¡Adelante! ¡adelanteMarchaba como un sonámbulo, concentrando toda su voluntad en el deseo de llegar pronto á la tumba.

El mismo sobresalto que un buen día, al influjo de vivísima alarma, me había empujado maquinalmente hacia Nièvres y me había hecho caer allí como un accidente, puede ser como una catástrofe, me hacía vagar, en medio de la noche, por aquella casa confiada y dormida, me conducía a la alcoba de Magdalena y a ella llegaba como un sonámbulo. ¿Era yo un desventurado en el colmo del sacrificio, enceguecido por el deseo, ni mejor ni peor que mis semejantes? ¿era un malvado?

Ignacio, no menos inocentón, sonámbulo y distraído, aunque también no menos celoso de su honra que el tenor a que nos referimos, se casa con Eulalia, sin llegar a enterarse de lo que antes había pasado. Y aquí, lejos de disminuir dificultades, usted las acrecienta y las multiplica, en mi sentir sin necesidad.

Miren este Monseñor, que es pariente nuestro». Y lo rodean con veneración, como si fuese la bandera de la familia; lo llevan del brazo, «Monseñor, por aquí», «Monseñor, por allá»; y el pobre jornalero eclesiástico llegado a obispo parece un sonámbulo, aturdido por tantos cuidados y honores.

Uno soltó la carcajada exclamando: ¡Si es uno de los chicos de la bomba! ¡Dale, dale, niño, que está duro! Los otros también soltaron a reir brutalmente y comenzaron a animar al pobrecito sonámbulo. ¡Duro, duro!... ¡Anda con ello!... ¡Más fuerte, chico, que no sube el agua! El desdichado niño, con las voces, redoblaba sus esfuerzos imaginarios moviéndose cada vez con mayor velocidad.

Y si no los había, ni podía encontrarla, valía más dormir eternamente dentro de la caja del cementerio, que andar soñando aquí abajo, como sonámbulo. Cogió el revólver y lo examinó, hizo jugar el gatillo, colocó las balas diminutas, y delante del espejo, como aquel suicida célebre, se paró, acercando la boca del arma a la sien...

Sólo la convicción del fracaso; la tristeza de haber creído en una dicha que él mismo se forjaba engañándose, y un profundo desgarrón en su dignidad, el arañazo del ridículo en que había vivido durante varios años, que él creía los mejores de su existencia. Vagó todo el día por Biarritz como un sonámbulo.

Y el muchacho, sonámbulo, embriagado por la Naturaleza, hipnotizado por la extraña contemplación, movía la cabeza ridiculamente, y al par que pensaba que todo aquello era magnífico para puesto en verso, tarareaba la célebre obertura con tanta fe como si fuera el propio Tannhauser escandalizando con su himno a la corte del landgrave. Andresito... oye; oiga usted.

Yo sentí una opresión de agonía, un ansia de llorar que era como ansia de morirme... ¡Y no podía llorar, y no podía morirme! Por no poder llorar ni morirme me sentí sonámbulo. Y di un puntapié con toda mi fuerza a la puerta del sepulcro, una encantadora capillita gótica. Aunque era de hierro, la puerta voló en astillas y pavesas. Adentro del sepulcro había un ataúd cerrado con llave.

Pero decía él que su cazadora valía por la piel de un proboscidio. No le entraban balas ni catarros. En cambio Quintanar, ceñido al cuerpo el capotón espeso, tenía que hacer esfuerzos para no dar diente con diente. ¡No, no hace mucho frío! dijo, por miedo de delatarse. «Afortunadamente éste es un sonámbulo que no se fija nunca en si los demás tienen cara de risa o cara de vinagre.

Palabra del Dia

tortillita

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