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Actualizado: 9 de noviembre de 2025


El casco de acero de un centinela, contestó Simón. Pero apretemos el paso si hemos de llegar antes que la campana la señal de vísperas y el clarín la de alzar el puente levadizo; porque el barón de Morel, á fuer de buen soldado, es lo más exigente y riguroso en punto á disciplina.

¡Á tu salud, mon garçon! exclamó levantando su jarro y con sonrisa que descubrió dos hileras de firmes y blancos dientes ¡Por mi espada, que no has visto muchos hombres de armas, ó no me mirarías como si fuese yo un moro recienllegado de España! Jamás había visto un soldado de nuestras guerras, confesó Roger francamente, aunque oído y leído mucho sobre sus proezas.

En lo ordinario, no exigiéndose uniformidad en los trajes de la milicia de mar y tierra, vino á ser distintivo de mareante el bonete rojo, como de soldado lo era el coleto de ante.

Y señalaba un papel manuscrito fijo en la puerta de su tugurio, á semejanza de los carteles impresos que figuraban en todos los establecimientos de París para indicar que patronos y dependientes habían obedecido la orden de movilización. Nunca se le había ocurrido á Desnoyers que su carpintero pudiera convertirse en soldado. Era rebelde á toda imposición de autoridad.

Ramiro le escuchaba experimentando un singular deslumbramiento y, al empuñar él mismo la espada, parecíale que el corazón le crecía dentro del pecho. Las lecciones de esgrima principiaron. El escudero palpábale sus músculos precoces, y a medida que sus fuerzas medraban íbale enseñando esas tretas misteriosas, a las cuales creía deber su buena ventura todo soldado que llegaba a la vejez.

Hubiera sentido reñir con vos dijo éste apretando con fuerza la mano del joven ; tenéis para un no qué... algo que me habla en vuestro favor. ¿Sois soldado? Puede ser que á estas horas lo sea de la guardia española. ¡Ah, vive Dios! ¡Pues si sois de la guardia española, y de la tercera compañía, de la que soy alférez, seremos camaradas!

Soldado reenganchado, uncido en sus mejores años al férreo yugo de la disciplina militar, se convenció de la ociosidad de la palabra y necesidad del silencio. Calló primero por obediencia, luego por fatalismo, después por costumbre.

Aquel día quedó en salvo por maravilla Juan Jerez, porque un tío de Pedro Real desvió el fusil de un soldado que le apuntaba.

De repente se levantó una gritería espantosa. Corrimos; era una cuerda de presos, que un soldado, de grandes lentes, empujaba con su quitasol, amarrados los unos a los otros por el extremo de la coleta.

»Decís que ya no hay soldados que peleen, y que ningún Capitán se os viene á ofrecer de querer salir á los enemigos, porque no hay alguno que tenga valor y ánimo para ello, y que echáis en más cargo al Rey en guardarle esta fuerza con tan ruín gente, que Antonio de Leyva en guardarle á Pavia y Milán con tanto buen soldado como tenía.

Palabra del Dia

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